Rumor de mercado: La CNMV pierde otra vez el oremus

Se acaba un 2008 trágico para la credibilidad y la confianza en los mercados y a esa institución tan cañí[…]

Se acaba un 2008 trágico para la credibilidad y la confianza en los mercados y a esa institución tan cañí y tan particular que es la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) no se le ocurre otra cosa que decir que va a poner un mordaza a la difusión de rumores en bolsa. La cosa tiene guasa, porque el borrador que ha sacado a la luz el policía bursátil es un reconocimiento expreso de que se las cuelan dobladas bien avanzado ya el siglo XXI. No hacía falta que nos diera más pruebas -ni nuestra CNMV ni sus homólogas del mundo mundial- de que se entera poco. Con la que está cayendo, intentar poner firme al mercado en este asunto capital de los rumores, tanto viejo como la propia bolsa o el nacimiento del homo erectus, no puede ser más pueril.

Tiene, como hace tres años cuando intentó poner cerco al trabajo diario de los periodistas, tanto de intervencionista que da repelús. Mucho repelús. Ahora resulta que la CNMV de Julio Segura pretende, entre otras perlas, que los emisores -que se enfrentan a una crisis sin precedentes que provoca ajustes de beneficios y de plantillas en muchos casos sin precedentes- implanten medidas de formación a su personal sobre el tratamiento de rumores. Lo dice una Comisión que, por cierto, se ha pasado los años más críticos de su existencia -desde la salida intempestiva de Pilar Valiente hasta hace unos días- sin un responsable de comunicación capaz de dar una respuesta convincente. Los rumores, en la CNMV, no se comentan.

Para continuar con el sainete, pide a las casas de bolsa que no amplifiquen el impacto de los rumores mediante la transmisión de los mismos a sus clientes. Si no es, claro, diciendo que es información no oficial y no contrastada. Claro, señores míos, es que es caso contrario sería una noticia en toda regla. Un perogrullada como una catedral, como lo es casi todo un borrador que no pasa la prueba del algodón y que después de un interminable listado de consejos y recomendaciones llega a la conclusión de que "aunque no es posible ni realista pretender eliminar la existencia de rumores de mercado, sí es deseable acotar su difusión...".

Lo malo es que el borrador utiliza la palabra prohibir, cuando se refiere a que los brokers no podrán originar rumores. Aunque en general el contenido es más suave, se trata del mismo espírito de aquel otro texto referido a la profesión periodística: como no se pueden evitar las filtraciones, pongamos colorado al que la realiza y al que la recibe, para que se les quiten las ganasde reincidir.

Espectacular estrategia esta de limpiar el mercado de farfulleros y prestidigitadores para tranquilidad del pequeño inversor. El mismo que no ha recibido un sólo aviso sobre las malas prácticas de Bernard Madoff, aunque había rumores -sí, rumores con todas las letras- de supuestas malas prácticas. Desveladas, por cierto, en 2001 por un medio de comunicación, el prestigioso Barron's.

Cómo hubieran agradecido los inversores una investigación sobre un rumor de tal calado y un aviso a tiempo de los supervisores mundiales. Alguno, como el de Estados Unidos, tenía información de primera mano. Y cómo, en clave local, agradecerían los accionistas de Repsol y Sacyr un poco de claridad acerca de las 200 versiones que, procedentes de las distintas compañías interesadas en el proceso, han salido a la luz sobre la hipotética compra de un 20% del grupo energético por parte de la rusa Lukoil.

Pero sigue siendo más barato y tiene menos coste político matar al mensajero de los rumores, de las noticias, de las filtraciones y de otras cosas de las que todos los días dan de comer a periodistas, brokers, analistas, inversores y...supervisores bursátiles. El día que estos últimos consigan sus pretensiones no tendrán nada que hacer en sus despachos. Le habrán dado la puntilla a unos mercados bajo mínimos de credibilidad. En estos tiempos tan proclives para la autocrítica, convendría concetrar todos los esfuerzos en recuperar el maltrecho corazón del sistema. En plena metástasis del mismo, el asunto este de los rumores no pasar de ser un catarrillo de segunda. Con un Frenadol hubiera bastado y nos hubiéramos ahorrado la última ración de intervencionismo de un ejercicio negro como el carbón.

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