La caída de las bolsas aún no ha terminado

Decíamos en estas mismas líneas el 23 de septiembre que estábamos ante una voladura controlada en los mercados. Y lo[…]

Decíamos en estas mismas líneas el 23 de septiembre que estábamos ante una voladura controlada en los mercados. Y lo contábamos todavía perplejos porque la semana en la que asistíamos a la muerte, absorción o reconversión de algunos de los iconos del capitalismo en EEUU con Lehman Brothers a la cabeza se saldaba con una subida del 1% en el .

Quince días después ha pasado, sencillamente, lo que tenía que pasar: tres días consecutivos de crash en las bolsas mundiales y en el sistema financiero sin que haya funcionado ni uno solo de los resortes que han puesto en marcha las instituciones para salvar los match ball a los que se ha enfrentado el mercado bursátil desde la vuelta del verano. Hoy, la foto fija sólo muestra desolación y una mirada perdida. ¿Quedan asideros a los que agarrarse?

La primera lección de esta crisis es que el mercado ha desintegrado de un solo envite las puertas al mar que los bancos centrales -por cierto, convendría analizar sólo un poco el balance de la Reserva Federal, que no debe ser mejor que el de los bancos que estos días desaparecen del mapa- han puesto en el camino de un tsunami sencillamente incontenible.

Es decir, que las autoridades se han equivocado de cabo a rabo y no han dado con el diagnóstico de la enfermedad. Dar aspirinas a un enfermo necesitado de quimioterapia es un error de los que en medicina puede tener incluso responsabilidad penal. Más que nada porque las inyecciones de capital tienen un coste que ya veremos en qué y en cuánto se traduce en términos de cortapisa a la recuperación de unas economías enfrentadas al abismo.

El resultado es tremebundo. Las bolsas, intervenidas como nunca se ha visto, se han convertido en el último tren de los inversores hacia la liquidez. Es decir, que las acciones son las únicas que permiten meterse el dinero en el bolsillo de un minuto para otro. Y esto, cuando las urgencias aprietan brutalmente, convierte a la bolsa en un financiador fiable -quizá el único, y este es el aspecto más positivo a pesar de la que están cayendo- de los inversores, que necesitados salen al precio menos malo posible sin discriminar entre los valores teóricamente más perjudicados por la crisis y los menos.

O lo que es lo mismo, lo que denominamos pánico vendedor. Una caída adicional del 10% no la descarta nadie serio en el mercado, y eso sin conocer la profundidad real del agujero del sector financiero, que vamos conociendo en dosificados capítulos no vaya a ser que en grandes dosis nos lleve por delante.

Lo que viene por delante, al margen de reacciones puntuales, que las habrá y algunas intensas, es mucho dolor. Dolor de los fondos de inversión clásicos y de los hedge funds que o han sido liquidados o lo van ser muy pronto porque no pueden soportar el ritmo de reembolsos que exigen los inversores. Y dolor de muchas empresas que no van a poder cumplir con su objetivo de financiar su crecimiento con la bolsa como la palanca perfecta, que ven como sus cotizaciones se desploman de forma más o menos justificada sin nada que hacer y que no va a cumplir buena parte de sus objetivos económicos.

A ver quién es el guapo que le pone el cascabel al gato con lo que viene por delante. Roto por las cotizaciones ayer ese último asidero que era un recorte concertado de los tipos de interés, ya que no queda casi nada a lo que agarrarse que no sea la intuición, que no sea ver valor donde el mercado ha renunciado a poner precios.

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Con una caída desde máximos que supera las medias históricas, sólo queda apretarse fuerte el cinturón, aguantar los nuevos sustos en un sistema financiera tocado del ala de la solvencia hasta límites insospechados y -que no nos cuenten que está descontado, que no es verdad- 'cotizar' el aluvión de profit warning que vienen por delante. De momento, toca mirar esta bolsa intervenida y rota por la raíz -hoy es un financiador de los inversores en apuros que venden por necesidad y no de las empresas- a distancia, mucha distancia. Y uno intuye que durante mucho tiempo.

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