Bolsas, bolsistas, tiburones y quién sabe si una ele

La bolsa vive momentos de auténtica histeria. Tras un terrible 2008 y una subida vertical desde marzo de este año,[…]

La bolsa vive momentos de auténtica histeria. Tras un
terrible 2008 y una subida vertical desde marzo de este año, los inversores
sólo tienen claro que la renta variable se la está jugando estos días. Desde
esta semana, los índices ya han tocado todas las curvas de las mayores crisis
bursátiles de la historia y parece claro que ahora es el momento de la verdad: en
juego está el dibujo de la bolsa en los próximos meses.
Y como no puede ser
de otra manera, la tensión se dispara y la división de opiniones no puede ser
mayor.

No son pocos los inversores y analistas que están
esperando una trayectoria en forma de doble uve. Es decir, que siguen jaleando
la opción de una nueva caída libre de las cotizaciones otra vez hasta los
niveles de los mínimos de marzo. Una sopapo de órdago que permitiría comprar
otra vez a precios más que asequibles para volver a hacer cartera. ¿Se lo creen
o se lo quieren creer? Puede que las dos cosas a la vez, aunque uno apuesta
a que no descartan ningún escenario posible en el epicentro de una crisis sin
precedentes en la historia moderna en el que da la sensación de que todo está
cogido con alfileres.
Para demostrar esto último sólo hay que analizar la
intervención masiva del BCE el miércoles para dar de comer al sector
financiero. No hace falta ser el más perspicaz de la tierra para darse cuenta
de que el momento elegido estaba más que estudiado: en medio de la corrección
que empezó la semana pasada y que tenía a todo el mundo de los nervios.

Con la inyección de mas de 442.000 millones de euros se
estaba dando al mercado el mensaje de que las instituciones están al quite.
Dicho de otra forma, que no están por la labor de permitir otra corrección de
caballo que mine aún más la confianza de los ahorradores y consumidores
mundiales. Es verdad que antes de la actuación el papel no estaba presionando
con fuerza en las bolsas, pero no es menos cierto que esa situación es tan
coyuntural como otra cualquiera y que 
hay miedo más que justificado a la temporada de resultados que empieza.
Y a que los nuevos datos macro no confirmen que se ha tocado fondo. Ya no basta
con datos tranquilizadores; ahora lo que hace falta es cifras buenas.

Es decir, que el punto de inflexión puede estar -en una
dirección o en otra- a la vuelta de la esquina.
Ha dicho el gurú Warren
Buffet
que todavía no ha visto brotes verdes, pero que los habrá. Lo que no
ha dicho es cuándo, por lo que la segunda parte de su afirmación está vacía. En
eso está el Oráculo de Omaha y también millones de inversores: sin ver clara la
recuperación y sus ritmos y con un temor más que justificado a quedarse fuera
de una nueva subida o a quedarse enganchado a precios altos si el camino es el
contrario.

En medio de una crisis de origen hiperespeculativo,
convendría recordar que es una mala noticia que se escuche más a los
tiburones que a los bolsistas de toda la vida.
Es decir, que se olvide el abecé
de la vieja bolsa, esa que dice que un inversor medio debe invertir a medio y
largo plazo. ¿Y si la trayectoria futura de las bolsas tiene forma de ele? Los
tiburones se llevarán el disgusto de su vida. Otros, le sacarán partido a una
bolsa que no crece pero que desde marzo ha permitido a muchos entrar en valores
de primera fila con una rentabilidad del 6%, 7% y 8%. ¿Poca cosa si lo que
viene es un mercado plano? Hagan cuentas y verán cómo sí les salen en un
entorno indiscutiblemente deflacionista. Claro que, en cualquier caso, no se
olvide de ajustarse bien los cinturones. ¡Esto es la bolsa, señores!

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