Sí hay vencedores en la actual crisis

 ¿Hay, a estas horas y en medio de la tempestad, algún vencedor de esta crisis? Decir que sí es muy[…]

 ¿Hay, a estas horas y en medio de la tempestad, algún vencedor de esta crisis? Decir que sí es muy aventurado, contar que tal vez no deja de ser eso, una suposición. Pero asegurar que el cambio de ciclo ha librado a más de uno de una buena es una verdad como un templo.

Por ejemplo a todos aquellos inversores, nacionales e institucionales, a los que el tsunami inmobiliario y crediticio ha impedido participar en el último año en salidas a bolsa y ventas de paquetes de acciones de empresas que hoy están, así con todas las letras, en suspensión de pagos o contra la pared. Más de uno debe estar repartiendo abrazos todavía.

La crisis va a dejar -está dejando- un reguero de víctimas tan grande como de buenas lecciones. Miedo da ver el aluvión de noticias sobre una empresa como Tremón, que acaba de suspender pagos y que hace un año por estas fechas seguía erre que erre con una salida a bolsa imposible sobre la que su presidente decía que "habrá sorpresas importantes", "la operación está muy estructurada", "es un precio atractivo. Se ha constatado que hay interés comprador en estos niveles".

Estas frases salían aquellos días de la boca de los máximos responsables del grupo mientras en la práctica la compañía se topaba con el no rotundo del mercado a adquirir una sola acción. Hoy ya sabemos que las cuentas del grupo eran más que discutibles y la potencial inversión, un suicidio.

Hoy los palos se centran en la figura del presidente del grupo Hilario Rodríguez, pero son pocos los que se acuerdan de quienes apoyaron la colocación, que o bien eran acreedores de Tremón o bien auténticos advenedizos en el negocio de las salidas a bolsa. Todos quisieron llenar la caja o quitarse un muerto de encima vendiendo un producto de ínfima calidad -tanto que ningún banco aseguró la operación, algo sólo visto en la salida a bolsa de Astroc, con la diferencia de que ésta estaba colocada de antemano- que si por los azares del destino hubiera salido adelante habría reducido la inversión de muchos a cenizas y, con minoritarios de por medio habría terminado, no lo duden, en los tribunales.

Pero el de Tremón no es el único caso. ¿Se acuerdan de Lábaro? Es otra de las compañías que sonó para saltar al parqué. No mucho antes de anunciar el concurso de acredores se permitió el lujo de comprar -dicen en los mentideros que no llegó a desembolsar un sólo duro- el 12% de Parquesol de cara una triple fusión -San José, la propia Parquesol y Lábaro- que nunca llegó a producirse. Un bluff en toda regla, con el matiz de que como no hubo integración no salpicó a inversores minoritarios como en el caso de Tremón.

Asombrosas eran estas operaciones corporativas cuando el sector ya sólo miraba hacia abajo y eran a todas luces indefendibles los NAV -valor neto de los activos- que defendían las empresas Conviene aprender bien la lección. La crisis pasan, los excesos vuelven y los que pretenden abusar, también.

Por eso conviene, en estos tiempos de depresión más que justificada, alegrarse por los que se libraron de perder una gran parte de su patrimonio en operaciones de transparencia más que dudosa. Que la inversión es riesgo es de perogrullo -no pueden quejarse los accionistas de Reyal Urbis, Martinsa Fadesa, Realia o, entre las no cotizadas, Habitat-, pero por desgracia también lo es que no es oro todo lo que reluce, ni en el sector inmobiliario ni en ninguno. Es hora de ser más exigentes que nunca. A la fuerza obligan.

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