Sanahuja: el hombre que pudo reinar

"No desees y serás el hombre más rico del mundo". Seguramente, Román Sanahuja, su familia y su equipo de colaboradores[…]


"No desees y serás el hombre más rico del mundo". Seguramente, Román Sanahuja, su familia y su equipo de colaboradores no son lectores asiduos de Miguel de Cervantes, autor de una frase que cinco siglos después le viene al pelo al más que inminente desenlace de la historia de intrigas, ambiciones, guerras y errores del Grupo Sacresa en Metrovacesa. Si hubieran hecho caso al autor del Quijote hoy serían ricos riquísimos o, como mínimo, los accionistas mayoritarios de la, posiblemente, mayor inmobiliaria de Europa.

Si todo va según la declaración de intenciones de todas las partes, la familia Sanahuja va a canjear con los bancos acreedores deuda por acciones de Metrovacesa. Ahogada por un apalancamiento de dimensiones galácticas -cómo recuerda la estrategia del grupo catalán a la de Luis Portillo en Colonial- avalado hasta con el cuello de la camisa, hoy Sacresa es pelele en manos de los bancos. Sin voz, sin voto y obligada a recluirse con el rabo entre las piernas en su Cataluña de origen.

Se acabó en tiempo récord el sueño conseguido a palo limpio de liderar la primera inmobiliaria de España por capitalización bursátil a toda costa. Pocas historias han sido o serán más efímeras: en menos de un año de gestión -el 4 de diciembre del año pasado Román Sanahuja fue nombrado presidente de Metrovacesa- el deseado palacio se ha convertido en una inmensa ruina.

Le conviene a los Sanahuja no mirar hacia atrás porque el pasado puede ser aún más doloroso que el presente. Sacresa pudo vender a 80 euros y hacer un negocio de altísimos vuelos en la OPA lanzada en 2006 por el propio ex presidente Joaquín Rivero, precisamente para defenderse de la ofensiva de su antes compañero de viaje y en ese momento enemigo declarado. Sanahuja no aceptó esa oferta, ni esa ni otras a precios muy superiores que recibió de distintos grupos por su paquete.

Por el contrario, siguió comprando acciones -algunas de ellas a 120 euros porque la cuestión era mandar a toda costa- y dando una batalla por el poder que sólo podía terminar de forma traumática. Lo que vinos después, con la compra a precios desorbitados -y ya con el cambio de ciclo en marcha- de activos como la sede de HSBC en Londres para dejar la impronta en la compañía tanto tiempo perseguida, fue la guinda de un pastel que no puede ser más amargo. Los errores de gestión han sido evidentes.

Pensar en qué hubiera pasado si Sacresa hubiese continuado como accionista de referencia en Metrovacesa dejando a Rivero y su equipo al frente de la gestión es hacer un ejercicio de adivinación. O no. Hace apenas año y medio, Metrovacesa era una compañía saneada, con un equipo de gestión que fue el primero en anticiparse al actual parón de la promoción inmobiliaria y cuya deuda financiaera sobre el valor neto de los activos era -al cierre de 2006- del 47,1%.

Ahora es del 53%. Eso sin entrar a analizar el impacto negativo en el negocio de la separación de activos entre Sanahuja por un lado y Rivero por otro o, más grave todavía, la parálisis corporativa que sufrió la compañía durante la batalla y que, como en su día se encargó de airear Rivero, impidió a la vieja Metrovacesa optar a comprar Colonial, que finalmente caería en manos de ese ángel muerto llamado Luis Portillo.

Publicidad
Publicidad


Hoy, la deuda de Metrovacesa supera los 7.140 millones de euros. Y hay otros 4.000 millones correspondientes al apalancamiento asumido por los Sanahuja para financiar su desembarco en Metrovacesa y que son los que están encima de la mesa para su posible canje por acciones de la inmobiliaria. Es posible que dentro de unos pocos días, el sueño de Sanahuja -como antes el de Portillo o el de Fernando Martín- esté ya en manos de los bancos. Una derrota del grupo catalán que no tiene nada de dulce. Es lo que tiene no acudir a los clasicos cuando de embarcarse en grandes empresas se trata.

En portada

Noticias de