Turbulencias en mercado

El pasado mes de enero pasará a la historia por haber sido uno de los peores inicios del ejercicio bursátil.[…]

El pasado mes de enero pasará a la historia por haber sido uno de los peores inicios del ejercicio bursátil. Llama la atención que una de las anomalías que no pueden explicarse con la Teoría Moderna de Carteras (MPT, Modern Portfolio Theory) es el llamado efecto enero, esto es, que este mes es estadísticamente alcista. Este año, no obstante, la corrección ha sido tan intensa que algunos mercados, como el de high yield americano, ya están poniendo en precio una recesión. 

Esto contrasta con los datos macro que estamos observando, pues a nivel global, ninguno apunta a que estemos viviendo en medio de una recesión o que sea inminente e inevitable. Sí es cierto que continúa el proceso de  desaceleración iniciado el verano del año pasado y que el sesgo de los indicadores es a la debilidad, pero todo ello dentro de la normalidad y no de una catástrofe. 

Sin perjuicio de lo anterior, la teoría de la reflexividad que formula George Soros en su obra The Alchemy of Finance indica que en una crisis profunda y persistente en los mercados, la economía financiera termina permeando en la economía real, de modo que la caída de las bolsas puede terminar por contaminar la actividad en el típico esquema de la «profecía autocumplida». 

Los analistas han puesto el énfasis en dos temas macroeconómicos: el petróleo y China. Nosotros añadiremos un tercero, los mercados.
En el caso del petróleo destacan los efectos nocivos que está teniendo una caída tan vertical, superior al 70 por ciento desde el pico al valle en los últimos 24 meses. En teoría, el precio del petróleo debería ser un juego de suma cero, ya que la menor transferencia a los países productores es simétrica a la mayor retención de riqueza por parte de los consumidores. Pero la brusca corrección experimentada ha alertado sobre los resultados de las petroleras, en el caso de las mejor paradas, y de la solvencia en el caso de las más perjudicadas, además de las consecuencias geopolíticas en los países productores. Precisamente los fondos soberanos vinculados a estos han dejado de tener un papel tan activo en los mercados como el de antes del retroceso del oro negro. En el otro lado del fiel de la balanza está el hecho de que tanto las administraciones públicas como los consumidores dispondrán de una mayor renta, que terminará permeando en más actividad si, y sólo si, la volatilidad de los mercados lo permiten. 

Es cierto que la amenaza de un ajuste brusco de China es otro de los factores de riesgo más comunes de las casas de análisis, pero los datos que vamos conociendo nos apuntan a una paulatina desaceleración y no, en absoluto, a una auténtica catástrofe. Pese a los riesgos que entraña la transición de su estructura económica, pensamos que las autoridades económicas disponen de un amplio arsenal de medidas que permitirán sortear la situación.

En conclusión, la caída del petróleo y el aterrizaje chino son factores de incertidumbre sobre la situación actual que desde luego no es recesión. A esos dos riesgos destacados hay que añadir el tercero, la vertical corrección de los mercados que, de persistir, puede deteriorar la situación actual. Todavía no hemos visto ese deterioro, pero de persistir tendrá consecuencias.

A la vista de lo anterior, seguimos aconsejando a nuestros clientes que solo asuman los riesgos estrictamente necesarios, ya que no estamos en una situación complaciente, pues la incertidumbre genera volatilidad. No entiendan esto como una recomendación de no tener activos de riesgo, sino que estos deben de estar dentro del perfil y sin holguras habida cuenta de las incertidumbres que tenemos por delante.

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