Theresa May sufre la soledad de Bruselas

Los 27 vuelven a reunirse al margen de Reino Unido para lanzar una mensaje de unidad y recordar a Londres sus líneas rojas innegociables

Hubo una imagen en los corrillos previos al comienzo de la cumbre que vale más que mil crónicas. Theresa May, la todopoderosa primera ministra de Reino Unido, estaba de pie frente a su sitio mientras se frotaba las manos nerviosa mirando a un lado y a otro sugiriendo implorar alguien con quien hablar. Fueron unos segundos, una simple anécdota, una metáfora involuntaria que evidencia, sin embargo, la cruda realidad del 'brexit'. Porque ayer, May sufrió la soledad de Bruselas. «Entiendo lo difícil que tiene que ser para ella negociar, porque prácticamente son 27 contra 1», recalcó la presidenta lituana, Dalia Grybauskaite.

La 'premier' acudió a sus segunda cumbre comunitaria sabedora de que es Reino Unido, en lo legal, es todavía un miembro de pleno derecho de la UE pero asumiendo que la práctica e incluso en lo sentimental, ha dejado de serlo. Ellos dieron el portazo al club de clubes y recomponer ciertos puentes será casi imposible. Hay detalles que marcan, como la decisión del presidente del Consejo, Donald Tusk, de convocar una cena informal a 27 a la finalización de la cumbre formal a 28. Eso sí, todo con extrema educación. Algo así como 'estimada May, sálgase, que ahora nos quedamos a hablar de usted'.

Sin embargo, la líder 'tory' llegó en son de paz y no protestó por su ausencia, como sí hizo, por ejemplo, en la segunda cumbre celebrada a 27 en Bratislava el 16 de septiembre (la primera fue con David Cameron aún en el poder nada más conocer el resultado del referéndum). «Dado que a final de marzo vamos a invocar el artículo 50 para iniciar las negociaciones, es bueno que el resto de líderes vayan preparando las negociaciones, como hemos hecho nosotros», manifestó a su llegada. Y respeto a las negociaciones, mano tendida: «Vamos a dejar la Unión Europea. Queremos un proceso lo más ordenado posible, no sólo por nuestro interés, también por el de la propia UE».

Fue todo lo que dijo a su llegada, cuando en realidad, todos los medios británicos le preguntaron por una filtración en la que el embajador del país ante la UE, Ivan Rogers, advirtió de que negociar un nuevo acuerdo bilateral con Bruselas una vez se haya formalizado la salida podría durar diez años. Un mundo.

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Y es que una cosa es acordar la salida y otra muy diferente definir los términos de la nueva pareja de hecho. Son dos procesos completamente diferentes y que «no se solaparán», insisten fuentes comunitarias. De hecho, la cena a 27 sirvió para ratificar al excomisario Michel Barnier no sólo como negociador jefe de la Comisión, sino de toda la UE. Y Barnier, hace una semana, ya fijó en 18 meses el plazo que empezaría a contar en marzo de 2017 y que debería servir para alcanzar un pacto de salida que luego sea refrendado por la Eurocámara antes de mayo de 2019, cuando hay elecciones.

La unidad europea parece a prueba de bombas en el Consejo, entre los países. Sin embargo, ya han comenzado a aparecer las primeras fisuras en el pilar del Parlamento Europeo, que se ha mostrado «indignado» por ser apartado inicialmente del núcleo duro negociador del 'brexit'. Así lo expresó ayer su aún presidente, Martin Schulz, quien advirtió de que cualquier pacto deberá ser refrendado por la Eurocámara, que tendrá capacidad de veto. De hecho, ya han comenzado a amagar con entablar una negociación por de forma paralela, algo que Londres «no ve con malos para provocar la división europea», describen fuentes comunitarias, que creen que al final «la voz de la Eurocámara estará en el núcleo duro de la negociación por pura lógica».

Seguridad y defensa

Tusk quiso romper el guión y organizar una maratoniana cumbre de sólo un día en lugar de dos. Esto provocó que se incluyesen un sinfín de asuntos en el orden del día (todos de enorme relevancia) y que todo se retrasase varias horas. Aprobaron, por ejemplo, la ampliación durante seis meses de las sanciones a Rusia por su papel en la crisis ucraniana. Y lograron, además, el plácet de Holanda firmar finalmente el acuerdo de asociación con Kiev, que estaba congelado tras el referéndum celebrado en los Países Bajos. ¿Cómo se llegó al acuerdo? «Dándole a Ámsterdam el 100% de lo que pedía. No podíamos hacer otra cosa, nos jugábamos mucho», confesaron fuentes diplomáticas.

La cumbre también sirvió para que los líderes ratificasen su compromiso con el fortalecimiento de la seguridad y la defensa de la UE, dos de las grandes prioridades de la futura Europa a 27. De hecho, es lo poco que une a unas capitales europeas que están plegando velas con Bruselas atenazadas por la ola populista. Además y según recogen las conclusiones, ratifican su voluntad de mantener el pacto migratorio con Turquía y que ha logrado reducir la llegada de refugiados a la mínima expresión. La colaboración con los países africanos es otro de los grandes objetivos.

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