«Sólo recuerdo que hice pollo; creo que me ha vuelto a violar»

«Qué malo tiene, es sólo Diazepan para que duermas mejor», le aseguraba él. Pero ella se levantaba no sólo desorientada[…]

«Qué malo tiene, es sólo Diazepan para que duermas mejor», le aseguraba él. Pero ella se levantaba no sólo desorientada y mareada. También con dolores en sus partes íntimas y con la ropa interior húmeda y manchada de lo que parecía ser semen. «Yo sólo recuerdo que ayer hice pollo de cena; creo que me ha vuelto a violar, quiero salir de aquí porque no puedo más», le contó a su hermana.

No era la primera vez que la forzaba sexualmente pero el último episodio en que su marido le echó pastillas en la bebida para abusar de ella ha acabado con su detención. El caso ha ocurrido este mes en el municipio malagueño de Estepona y por sus espeluznantes características reúne todos los ingredientes de un episodio tipo de violencia machista. Aunque parezca mentira, no se deja ni uno.

La víctima de esta aterradora historia tiene 33 años. Su marido, que ahora al fin duerme detrás de unas rejas, 35. Hasta ahora, lo hacía con demasiada frecuencia en la cama que antaño habían compartido, pese a la orden de alejamiento que tenía desde mayo. Casados desde hace siete años pero pareja desde hace 19, tienen tres hijos.

La relación, como tantas, sufre altibajos. Pero a raíz de una sospecha de infidelidad por parte de él en 2015 la cosa se tuerce irremediablemente. Hasta el punto de que los atestados policiales y las declaraciones de los protagonistas en el juzgado dibujan una vida de abusos, chantajes con los críos de por medio, intentos de suicidio y violencia psicológica que impresiona sólo con asomarse a ellos.

Porque el arrestado, según el relato, es un maltratador de libro. «Es una persona muy celosa, machista y totalmente manipuladora». La descripción se la hace a la Policía la madre de la víctima. «Posesivo y tóxico», apunta su hermana «Responde al perfil nato de persona manipuladora», concluyen los agentes. Baste un ejemplo. Cuando está naciendo uno de sus hijos, le dice a su mujer que «cierre las piernas, que no provoque», motivo por el cual el personal sanitario le expulsa de la sala de partos.


Juzgados de Estepona
Juzgados de Estepona - ABC

Y a partir de aquí, un rosario de episodios de malos tratos psicológicos. De separaciones siempre truncadas porque él le chantajeaba con los niños. De peticiones de perdón y de vuelta al redil. Ocasiones en las que el detenido regresaba a las andadas y la insultaba. «Idiota, subnormal, no vales para nada; vas a salir por la ventana y le meto fuego al piso». En las que la forzaba sexualmente, agrediéndola y amenazándola si no consentía. «O follas o no duermes en mi cama», le llegó a decir, mientras la sujetaba por las muñecas causándole hematomas.

Corría mayo y por fin la joven se atrevió a denunciarlo. Obtuvo una orden de alejamiento y la prohibición de que se comunicara con ella. Pero su dependencia emocional hacia el denunciado era tal que vuelve a perdonarle.

Publicidad
Publicidad

En ese momento, decide que ella dormiría con sus tres hijos para sentirse más segura. Pero él tiene que satisfacer su apetito sexual. Es cuando por primera vez, en septiembre, le vierte en la cerveza algún tipo de fármaco. Ella no recuerda nada pero tiene claro que su marido la había forzado. Lo echa de casa; él se intenta suicidar estrellando su coche e ingiriendo pastillas. La noticia se la comunicará su cuñado. Como un loco, testifica, la culpa de lo que había hecho su hermano, que termina siendo ingresado en un hospital de la capital malagueña. El sentimiento de culpa hace que por enésima vez lo acoja en su domicilio, llegando incluso a pedir que se cancele el alejamiento.

«No quiere que la toque; qué quiere, ¿que me haga una paja?». Así pidió perdón el detenido a su cuñada

Hasta que el 8 de noviembre se repiten los hechos. Ella sólo se acuerda de haber preparado pollo en adobo para cenar. Y que apenas lo probó. Su ropa interior de nuevo está mojada al despertar y ella se siente mal. Una de sus hijas, le confesará, ha presenciado la escena. «Sabía que papá te ha puesto una pastilla chiquitita en la bebida. A veces se las quito. Y he visto cómo te bajaba la ropa y él también se la bajaba. Yo me he hecho la dormida. También te hace fotos con el móvil cuando estás dormida y desnuda», le revela, ante su mirada angustiada. A petición de una de las abogadas de la víctima, Estefanía Liñán Cozar, se ha solicitado el volcado de los datos de su teléfono.

Al ser detenido, él reconoce los hechos. Dice estar arrepentido. Alega que ya le ha pedido perdón a su mujer, a su suegra y a su cuñada cuando le recrimina los hechos. Pero de aquella manera. «No quiere que la toque; qué quiere, ¿que me haga una paja?».

Publicidad

Más información

En portada

Noticias de