¿Por qué han sido suspendidas las negociaciones de paz sobre Siria?

Como no era difícil de prever, la primera ronda de negociaciones para frenar la guerra civil en Siria ha sido[…]

Como no era difícil de prever, la primera ronda de negociaciones para frenar la guerra civil en Siria ha sido un fracaso. El mediador de la ONU, el diplomático sueco Staffan de Mistura, lo ha reconocido indirectamente aunque no ha dado por muerto el proceso: habrá -ha dicho- una nueva cita antes de finales de este mes con las partes enfrentadas. Hasta entonces toda la presión diplomática recaerá formalmente sobre el gobierno de Al Assad y sus dos grandes aliados, Rusia e Irán, a los que se responsabiliza del fiasco de Ginebra.

El detonante del portazo fue la decisión de Damasco -con el consejo de Moscú- de no solo mantener sino incluso intensificar el bombardeo de ciudades rebeldes durante las conversaciones. Los ataques se concentraron en la ciudad siria de Alepo, que Damasco considera un enclave estratégico para sellar la frontera con Turquía por la que llegan hombres, armas y dinero a los rebeldes. Fue la gota que colmó el vaso después de varios días de diálogo de sordos y de ciegos, porque las delegaciones opositora y oficial se negaron a verse las caras en Ginebra y De Mistura tuvo que esmerarse en el arte de la bilocación.

La respuesta bélica de Al Assad se produjo, probablemente, tras comprobar la cerrazón del frente rebelde, representado en Ginebra por el llamado Alto Comité Negociador, en el que no están incluidos los yihadistas de Daesh ni de Al Qaida (frente Al Nusra). Los puntos de la negociación se limitaron a plantear exigencias a Damasco. Tres en concreto: el fin de los bombardeos aéreos, el levantamiento del asedio a ciudades para permitir la entrada de ayuda humanitaria (Assad mantiene sin comida ni medicinas a 187.000 civiles sirios, y los rebeldes ?solo? a 12.000, según los datos de la ONU), y la liberación de prisioneros.

No se puso sobre la mesa ninguna concesión al régimen de Damasco, en particular la garantía de que Assad y su entorno podrán seguir jugando algún papel en la primera fase de la transición en Siria. Asi que la decepción de Al Assad y de sus aliados ruso e iraní era previsible.

En realidad, el Gobierno ruso no tiene ningún interés particular en que Bashar al Assad se mantenga en el poder a cualquier precio; pero sí lo tiene en prolongar la relación especial que Siria y Rusia mantienen desde la era soviética. Moscú no está dispuesto a permitir que los yihadistas lleguen al poder en Damasco por el peligro de contagio para el flanco sur musulmán de la Federación Rusa. Quiere, además, dejar bien claro que -a diferencia de Estados Unidos- Rusia está siempre al lado de sus aliados, también en sus momentos más críticos. Y por último pretende preservar su base militar siria en Tartus, clave para la presencia naval rusa en el Mediterráneo. Para la mentalidad belicosa de Vladimir Putin, si la cita en Ginebra no contemplaba ninguna de sus condiciones lo mejor era dinamitar las conversaciones y volver a barajar desde una posición militar más fuerte.


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