Los líderes populistas suben la tensión sobre la inmigración pese a la bajada de llegadas a la UE

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Los principales Estados miembro de la Unión Europea tienen ahora una única y gran obsesión: la inmigración. En este campo, como en economía e incluso política, Europa sigue un rumbo a distintas velocidades: el frente anti inmigración de la UE, liderado el último lustro por los países del Visegrado (Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia) ha sumado dos aliados esenciales, Austria y sobre todo desde la llegada de la Liga Norte a los mandos de Italia, que parten la Unión en dos. A esto se une la inestabilidad interna de Alemania, donde Angela Merkel tiene aún unos días para ver si cede o no al chantaje de su socio bávaro y ministro de Interior, Horst Seehofer.

Con la llegada de Pedro Sánchez a la presidencia y su decisión de abrir los puertos españoles al Aquarius tras el cierre -solo a ONGs extranjeras- del ministro de interior italiano, Matteo Salvini, el Gobierno español lanzó su primer golpe de efecto para decirle a Bruselas que Madrid no es Roma y que quiere sumarse con fuerzas renovadas al eje París-Berlín. En esta línea, los jefes de Estado y de Gobierno del núcleo duro de la UE -los del Visegrado no acudieron- se reunieron este domingo en una cumbre de urgencia convocada por la Comisión Europea a la que acudieron políticos de distinto color político que han exigido los últimos meses un mejor control de las fronteras exteriores de la Unión, incluyendo hasta 10.000 policías fronterizos más. ¿Pero es tan grave la situación migratoria en cuestión de números?

La política migratoria se ha vuelto cada vez más tóxica pese al descenso de llegadas por el mar Mediterráneo a Europa: el más bajo de los últimos cuatro años. Según cifras de Acnur, 42.653 personas han llegado por mar en lo que va de año, de las que el principal puerto de entrada ha sido la ruta occidental -desde Marruecos- con destino a España, con 16.354 hasta el 24 de junio , seguido de Italia con 16.179 y Grecia, con 12.824. De todos ellos, el 22% son sirios (unos 5.500), seguidos de iraquíes, con un 11% (2.800), y Túnez, con un 7% (1.910). La Organización Internacional de las Migraciones (OIM) rebaja la llegada de inmigrantes a España hasta 12.063 -y 292 muertos- en lo que va de año, por los 12.353 (45 muertos) de Grecia y los 15.610 (520 muertos) de Italia.

La proyección de Acnur para el resto de 2018 no supera de los 80.000, menos de la mitad que en 2017, cuatro veces menos que en 2016, y 12 veces menos que en 2015 (cuando se superó el millón de llegadas), cuando la crisis de los refugiados rompió records con el momento álgido del califato yihadista del autodenominado Estado Islámico, los bombardeos del presidente sirio Bashar Al Assad y sus aliados y la inestable situación en toda la región.

En 2015, la peor crisis de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, que desbordó a una incapacitada y lenta Unión Europea y alentó a los populismos en Estados tan determinantes como Alemania o Francia, pero también en Hungría y Polonia, dibujó un mapa de ignominiosas líneas con las rutas de los migrantes, en su mayoría sirios, iraquíes o afganos, pero también de África Subsahariana. También le asestó a la hasta entonces indestructible canciller alemana, Angela Merkel, el peor golpe a su valoración pública, por defender primero la apertura de fronteras a los refugiados sirios y después pergeñar, junto a sus homólogos, un acuerdo con Turquía para mejorar el control en las llegadas. La imagen icónica del niño kurdo Aylan muerto en la orilla de la costa turca supuso tal impacto mediático que por unas semanas la tragedia de la inmigración llegó a todas las televisiones del mundo.

No fue Salvini, sino su predecesor

La implementación del acuerdo UE-Turquía rebajó significativamente las llegadas a Grecia, hasta un 97%, según datos de la Comisión Europea. La propuesta de Bruselas de ayer incluía una mayor inversión en el Magreb, especialmente en países con Marruecos y Túnez, y Líbano, para tratar de vigilar la inmigración irregular. De fondo, aunque el núcleo duro de la UE camina hacia una «solución» con centros de detención y procesamiento de los irregulares, falta todavía llegar a un consenso sobre si esta suerte de Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) se levantarán en suelo europeo o en terceros países.

Cuando el foco y las barreras se levantan en un punto, la crisis se desplaza a otro, y así sucesivamente. Los diques levantan más diques y la llegada de inmigrantes sigue la lógica de los vasos comunicantes. En 2015, las dos principales rutas eran la del Mediterráneo Central por Libia, la más peligrosa y mortífera, y la de Grecia y Balcanes por Turquía, la más numerosa.

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De enero a julio de 2018, las llegadas a Italia han descendido un 77% con respecto al mismo período del año pasado. El descenso coincide especialmente con los últimos meses del anterior ministro del Interior, el austero y discreto Marco Minniti (del socialdemócrata Partido Democrático), quien tejió una alianza con el el primer ministro libio, Fayez Al Sarraj, que se tradujo en unas inversiones por valor de 800 millones de euros en el país norafricano. La Unión Europea financia y ha ofrecido cursos de formación para la guardia costera libia, un cuerpo algo irregular sobre el que pesan denuncias de malos tratos a los migrantes.

Como recuerda la revista italiana «Internazionale», el pasado 6 de noviembre, un barco alemán llamado Sea Watch, durante una de las operaciones de rescate a 30 millas de la costa libia, documentó y denunció la conducta violenta de los guardacostas libios con los migrantes recién rescatados. Durante la operación, los libios no abandonaron las balsas para el rescate, dejaron que un hombre se ahogara en el mar y obstaculizaron la intervención del barco de la ONG alemana. Meses antes, la CNN documentó varios modernos 'mercados de esclavos' en Libia, donde migrantes subsaharianos eran vendidos por unos pocos dólares. Los testimonios de los migrantes hablan también de tortura, secuestros y violaciones en el "infierno libio".

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