El Cachorro y Murillo
El Crucificado por excelencia del Barroco sevillano es fruto de un delicado trabajo de estudio aprendido por su escultor en[…]
El Crucificado por excelencia del Barroco sevillano es fruto de un delicado trabajo de estudio aprendido por su escultor en la Academia que fundó Murillo, establecida desde 1660 en la Lonja (Archivo de Indias), algunos años antes de que tallase el Cachorro en 1682, sin llegar a los 30 años de edad. Francisco Antonio Gijón supo representar la agonía de Jesucristo en el instante final, de modo prodigioso, mediante un depurado lenguaje de belleza plástica, sin deformaciones ni tortura (hábilmente encarnada con sangre, aunque sin huellas de desgarros). El Santísimo Cristo de la Expiración posee una certera conexión con algunos modelos iconográficos de la crucifixión creados por Bartolomé Esteban Murillo, en los que las disposiciones anatómicas de sus imágenes guardan consonancia con la perfección que Gijón recreó la caja torácica del Cachorro, de prominente pecho sacado hacia delante. Ello demuestra que la obra pictórica de Murillo condicionó la actividad de la escultura barroca en Sevilla, como recientemente ha puesto de manifiesto la Exposición «Murillo y su estela en Sevilla» en el espacio de Santa Clara.
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