¡Para crecer, suban salarios!

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La crisis, que ya dura cinco años, ha sido pródiga en mitos. Pero el que más duele es ése que, bajo el eufemismo de devaluación interna, se esconde la necesidad de una bajada de salarios para corregir los excesos previos y ganar competitividad en el exterior. Lo defienden personas nada sospechosas de liberalismo extremo como el Premio Nobel Paul Krugman, lo que provoca que lo asumamos sin analizar los datos puros y duros. ¿De verdad han subido demasiado los salarios en los últimos años? ¿Ayudaría a la recuperación económica?

Una reforma laboral para bajar salarios

Antes de tener tiempo siquiera para responder estas preguntas, la reforma laboral ha dado vía libre a la rebaja de los sueldos. Hace unos días, un alto directivo de la patronal española decía: "Lo fundamental de la reforma laboral no es la reducción de la indemnización por despido, sino que permite bajar salarios". Argumentaba él y muchos economistas de la escuela neoclásica que, con ese instrumento, se habría destruido menos empleo. "¿Qué prefieres: cobrar un 20% menos o quedarte sin trabajo?", es el torpe argumento. "El mercado laboral se ha ajustado por cantidades y no por precios", añaden. Cuando, como dicen las leyes del mercado, cuando aumenta la oferta de trabajadores, el ejército industrial en la reserva, bajan los salarios sin necesidad de decretos leyes. Y, por último, apuntan que, claro, los salarios subieron demasiado en los años alcistas del ciclo. "Un dependiente de las tiendas del aeropuerto cobra 40.000 euros anuales", aseguran. No hay empresa que soporte esas cargas salariales. Y ahí se acaba el argumentario. Algunos terminan convencidos.

Adiós a los mitos, miremos los números

Pero hay que mirar los números. ¿De verdad subieron tanto los salarios de los trabajadores? ¿Y entonces por qué dicen que vivieron por encima de sus posibilidades si cobraron tanto? Lo que sucede es que la abundancia crediticia, la irresponsabilidad de los bancos que engordaron el precio de la vivienda un 30% según acaba de decir el Gobierno, ocultó la realidad: durante el ciclo expansivo, el poder adquisitivo de los españoles estuvo prácticamente congelado.

Para el análisis, hay que distinguir diferentes maneras de medir los salarios. En primer lugar, están los salarios nominales, es decir, los salarios según los recibimos cada año. Éstos, de acuerdo con datos de la Comisión Europea recogidos por Alberto Garzón, miembro del consejo científico de ATTAC, crecieron cada año desde 1978, aunque su ritmo de crecimiento se moderó desde finales de los noventa, hasta permanecer prácticamente planos.

Tabla con evolución de salariosLos salarios reales tienen en cuenta el coste de la vida y se calculan restando el IPC al crecimiento de los sueldos. Si éstos crecen más que la inflación, aumenta el poder adquisitivo de quienes los cobran; si crecen menos, se reducen. Si los salarios nominales desde los noventa apenas han crecido, ¿qué ha sucedido con los salarios reales? A diferencia de lo que ocurrió entre 1978 y principos de los noventa, periodo en el que aumentó el poder adquisitivo de los trabajadores, a partir de los noventa, se estancó. Incluso hubo algún año en el que los salarios crecieron menos que los precios. Y eso que el IPC no incluye el precio de la vivienda. Si también se contemplara, la desproporción entre salarios e inflación sería aún más grande.

El Consejo Económico y Social (CES) proporciona interesantes datos sobre la evolución de los salarios. Hemos consultado dos anuarios, los de 2002 y 2011, para abarcar más de dos décadas. En ellos se puede observar claramente la diferencia entre los aumentos salariales pactados en términos nominales, en muchas ocasiones por encima del 3%, y que merman sustancialmente cuando tenemos en cuenta la evolución de la inflación. En la mayor parte de los años ronda el 0,5%. Aunque llama la atención que durante el año 2009, el peor de la crisis para España, subieran bastante más.

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¿Qué sucedió? Un aumento del paro brutal

Como explica Garzón, si todos los asalariados cobraran lo mismo, un descenso o un aumento del número de empleados no afectaría al salario medio. Lo que ocurre es que las remuneraciones en España son muy asimétricas y que los primeros que se fueron al paro fueron los temporales, cuyos sueldos son más bajos, y, también, los sectores de actividad con mano de obra más barata, como la construcción. Y los que se quedaron fueron los estratos de trabajadores con mayores salarios. Porque hay grandes diferencias entre capitalistas y trabajadores, pero también entre los propios trabajadores. No hay que olvidar que entre estos últimos también se encuentran los directivos fuera de convenio, cuyos salarios han crecido de manera exponencial, como también las indemnizaciones de sus contratos blindados, y que son los que verdaderamente descapitalizan a las empresas.

El peso relativo de los salarios en la renta nacional

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En el mejor de los casos, pues, los salarios nominales aumentaron, mientras que los reales se estancaron. ¿Y los relativos? Porque son los de verdad importantes: nos dicen qué parte de la tarta, qué parte de la riqueza nacional, va a parar a los salarios y cuál a beneficios empresariales. Eso sí que nos permite descubrir si los salarios crecieron de manera excesiva, o no, y si estaría justificado el ajuste. La participación salarial en la renta ha caído desde 1992 de manera ininterrumpida. Los asalariados recibían en 1992 el 69% de la renta, mientras que en 2010 había bajado hasta el 61%. A principios de los ochenta era del 73%. ¿No implica esto que los que crecieron de más fueron los beneficios empresariales?

Efectos positivos en la economía de la subida de salarios

Por tanto, la historia reciente de los salarios en España no justifica esa devaluación interna, esa bonita perífrasis que esconde la rebaja de los sueldos. Tampoco la situación actual de la economía, en medio de una depresión con altibajos, lo aconseja. Lo dice, por ejemplo, el profesor de la Universidad de Kingston Engelbert Stockhammer en un artículo que recoge un boletín recientemente publicado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que apuesta por un régimen de crecimiento basado en los salarios: según su teoría, un aumento de la participación salarial conducirá a un aumento de la demanda agregada. Sobre todo si esa subida de sueldos se produce en los trabajadores peor retributivos: son ellos los que mayor margen (y necesidad) tienen para aumentar su gasto.

Porque, ¿alguien asegura que una mayor participación de los beneficios empresariales generará más inversión y más crecimiento si los salarios de la gente que compra se mantienen congelados? Según el autor, dos decenios de distribución a favor del capital han dado como resultado una evolución económica mediocre, con una fuerte dependencia del sector financiero especulativo o de la demanda externa. Un frágil equilibrio que ha terminado estallando.

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Bajar salarios aumenta la competitividad del país

Eso está claro. Pero en una Europa relativamente cerrada, en la que unos países son los principales clientes de los otros, ¿qué sentido tiene bajar los salarios? De hecho, según cifras de Stockhammer, un aumento de un punto porcentual en la participación salarial conduciría a una subida del consumo de 0,37 puntos porcentuales del PIB en la zona euro. Como los beneficios empresariales se llevarían menos trozo de la tarta, la inversión caería en 0,15 puntos. Pero, como muchos economistas críticos defienden: ¿No podría aumentar la inversión si se redujeran los dividendos? Porque se llevan el 50 por ciento de la renta empresarial.

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