¿Hasta qué punto es capital extranjero el capital extranjero?

Las compañías no tienen por qué salir de los mercados estadounidenses para esquivar el sistema fiscal norteamericano.  Lo que de verdad esperan los votantes y los políticos es que esas compañías utilicen su dinero para construir fábricas y contratar a más trabajadores. Pero los impuestos que gravan los capitales en el extranjero parecen suponer un freno para ese tipo de inversión.

A los últimos planes de Donald Trump y los principales líderes del Congreso para rebajar los impuestos les faltan muchos detalles, pero en su discurso del pasado 27 de septiembre, el presidente apuntó a un objetivo muy claro: conseguir que las multinacionales estadounidenses repatríen parte del capital que se llevaron fuera del país, «para poder ponerlo manos a la obra». Este plan ofrecería a las compañías unos tipos reducidos sobre las ganancias obtenidas, puede que de un 10 por ciento en lugar del actual 35 por ciento, que deberán pagar independientemente de que repatríen el dinero. En estos momentos, este capital no está tributando, salvo que se repatríe. 

Quizás no sea necesario llegar tan lejos. Si bien es cierto que un gestor fiscal podría registrar el capital extranjero, gran parte del mismo ya está incluido en la economía estadounidense. Las empresas han repatriado conjuntamente billones de dólares de beneficios obtenidos en el extranjero, pero gran parte de este dinero se ha invertido en valores como bonos del Tesoro de EE.UU. y corporativos. «El hecho de que el dinero esté técnicamente fuera de EE.UU. no significa que no se pueda usar en EE.UU.», afirma Megan Green, economista jefe de Manulife Asset Management Ltd.

El último informe trimestral de Apple Inc. lo deja claro. De sus 261.000 millones de dólares en tesorería y valores negociables, atribuyó la gran mayoría - 246.000 millones de dólares - a sus filiales extranjeras. De esta cantidad, cerca de 58.000 millones se invirtieron en bonos del Tesoro y valores de la agencia de valores de EE.UU. como los avalados por Fannie Mae and Freddie Mac. Otros 150.000 millones de dólares se invirtieron en bonos corporativos. Apple no publica el detalle de las compañías que emiten los bonos, pero afirma que suele invertir en activos en dólares con vencimientos a menos de cinco años. 

Más empleo

Es normal que las grandes compañías compren bonos. Lo que de verdad esperan los votantes y los políticos es que esas compañías utilicen su dinero para construir fábricas y contratar a más trabajadores. Pero los impuestos que gravan los capitales en el extranjero parecen suponer un freno para ese tipo de inversión. «Las compañías que quieran invertir, lo pueden hacer en cualquier lugar», afirma Gary Hufbauer, experto fiscal y de inversión del Instituto Internacional de Economía Peterson de Washington, porque las compañías pueden recurrir al crédito, a unos tipos particularmente bajos en estos momentos. La última vez que el gobierno impulsó medidas para repatriar capitales fue en 2004, al esperar que las exenciones fiscales animaran a las compañías a repatriar su capital e invertir en EE.UU. Las compañías que se acogieron al acuerdo voluntario tuvieron que crear planes de reinversión y dejar de gastar en reinversiones de acciones, dividendos y otros conceptos que no se percibían como útiles para crear empleo. Puesto que las compañías pueden mover su dinero por todo el mundo, aquella medida resultó difícil de llevar a la práctica. Los estudios académicos demostraron que la mayoría del dinero acababa pagándose a los accionistas.

Una cuestión fundamental sobre la repatriación es el impacto sobre los ingresos federales. «Este impuesto puntual supone obtener un pequeño porcentaje antes que nada», afirma Michael Faulkender, profesor de finanzas en la Universidad de Maryland.  También significa que el gobierno renuncia a los tipos elevados que podría aplicar si las compañías no pudieran mantener su capital en el extranjero. O al menos, en valores estadounidenses en sus cuentas en el extranjero.

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