Un castillo que es una máquina del tiempo por la historia de España
El castillo de Belmonte lleva en la familia de Javier Fitz-James Stuart de Soto casi seis siglos. Hoy es una próspera y novedosa empresa turística familiar que permite descubrir la historia en directo.
Javier Fitz-James Stuart de Soto, conde de Montalvo, descendiente directo de Juan Pacheco, valido de Enrique IV de Castilla, primer marqués de Villena, tercer señor de Belmonte y el noble más poderoso de Castilla, es un apasionado de la historia, que en gran medida es también parte de la historia familiar. «Creo que es esencial conocer la historia de tu país, pero si además esas personas que forman parte de ella son familia, con más razón todavía». Su empeño, desde hace seis años, cuando se abrió al público tras una laboriosa restauración el Castillo de Belmonte, construido por su antepasado, Juan Pacheco, a mediados del siglo XV, es, además, hacer rentable esa historia: para que el patrimonio histórico pueda sobrevivir y todos puedan disfrutarlo.
El castillo de Belmonte, una fortaleza de estilo gótico mudéjar, enclavada en la provincia de Cuenca, a 150 kilómetros de Madrid, fue el cuartel general de Juan Pacheco durante la Guerra de Sucesión que enfrentó a Isabel de Castilla con Juana la Beltraneja, hija de Enrique IV y cuyos derechos defendía el marqués de Villena. Fue también donde se alojó la primera embajada japonesa -cuatro monjes samuráis- que pisó la península ibérica a finales del siglo XV. Y donde, tras la muerte de su esposo, Napoleón III, pasó una larga temporada la emperatriz Eugenia de Montijo, descendiente de Juan Pacheco y XVII señora de Belmonte, que había mandado restaurarlo tras décadas de abandono. A su muerte, en 1920, lo heredó su sobrino-nieto, Hernando Alfonso Fitz-James Stuart, duque de Peñaranda, bisabuelo de Javier y hermano del duque de Alba, padre de Cayetana Fitz-James Stuart. En 1959, el abuelo de Javier, Hernando Fitz-James Stuart, cedió su uso al Ayuntamiento de Belmonte.