La premonición de la peluquera asesinada en Villaverde: «Tengo miedo, no para de amenazarme»
Ni la hora -alrededor de las 11 de la mañana- ni el lugar -una humilde peluquería del barrio de San[…]
Ni la hora -alrededor de las 11 de la mañana- ni el lugar -una humilde peluquería del barrio de San Cristóbal de los Ángeles (Villaverde)- habían sido escogidos al azar. Allí, en la calle de Beniferri, 91, Esther, una dominicana de 31 años, fue ayer salvajemente asesinada a manos de su expareja, G. M. M., también dominicano y 18 años mayor que ella. El agresor esperó a que la mujer abriera el comercio para irrumpir por sorpresa y asestarle al menos cinco puñaladas: tres de ellas en el tórax, una en el cuello y otra en una mano. Días antes, la víctima le había revelado a una amiga la difícil situación: «Tengo miedo, no para de amenazarme». El autor del crimen fue detenido en un parque de la zona.
La peluquera, que trató de defenderse como pudo -provocándole a su asesino una herida incisa en la muñeca- salió a la calle para pedir ayuda segundos antes de desplomarse. «¡Me van a matar, me van a matar!», escuchó Teodora desde el otro lado de la acera. Para entonces, el hombre ya había huido y Esther, conocida como «La rubia» por su tinte de pelo», yacía en el suelo aún con un hilo de vida. Los trabajadores de una farmacia, primero, y los agentes de la Policía Nacional desplazados, después, fueron los primeros en socorrerla. A su llegada, los sanitarios del Samur trataron de reanimarla sin éxito con una taracotomía de urgencia, es decir, un masaje a corazón abierto. No pudieron hacer más por salvar su vida.
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José Ramón Ladra
Silencio entre sus familiares
Mientras eso ocurría, el atacante llamó al 112 y confesó su acción. De inmediato, los agentes se desplazaron hasta un pinar cercano y procedieron a su arresto. Tras poner fin a tres años de relación, Esther llevaba tiempo queriendo pasar página. Su alegría en la barriada era contagiosa. «Departía con todo el mundo», explicaba ayer un conocido. Al otro lado del cordón policial, las muestras de dolor crecían a medida que llegaban sus familiares y allegados. «Es él, pero no queremos hablar», comentaba una hermana de la finada, después de ver el vídeo de la detención, difundido por la Policía. El miedo al apresado, de aspecto muy corpulento, pesaba demasiado.
Algunas clientas, en cambio, comentaban con rabia lo sucedido: «Tenía un hijo pequeño en su país, no hay derecho». El Grupo VI de Homicidios de la Policía Nacional se ha hecho cargo de la investigación del caso. La hipótesis del arrebato pasional pierde fuerza, habida cuenta de que el autor escogió un día en que ninguno de los establecimientos contiguos estaban abiertos -un bar cerrado por vacaciones y una churrería por alquiler del local-, a una hora, además, en la que su expareja se encontraba sola en el interior de la peluquería, inaugurada al público hace poco más de tres meses.
Fuentes policiales confirmaron a este periódico que el arma empleada ya ha sido encontrada, por lo que ahora se está a la espera de su análisis para arrojar más luz a la investigación.

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José Ramón Ladra
