Steve Jobs y Bill Gates frente a frente
Steve Jobs y Bill Gates han sido dos figuras claves no sólo de la industria informática de las dos o[…]
Steve Jobs y Bill Gates han sido dos figuras claves no sólo de la industria informática de las dos o tres últimas décadas, sino también de la economía capitalista de los últimos tiempos. Sus personalidades son completamente opuestas. Sus concepciones sobre la empresa, el mercado y los modos de trabajo, también.
El escritor francés Michel Houellebecq, siempre controvertido, provocador y, por ello, de obligada lectura, atina en su última novela, "El mapa y el territorio", al comparar en dos o tres páginas a estas dos figuras. La ventaja de estas pocas líneas es que, cuando fueron escritas, Jobs estaba vivo, por lo que no se puede caer en la sospecha de que Houellebecq quisiera homenajearle ni nada por el estilo. Su intención era, sólo, comparar dos modos de ver el capitalismo y la empresa. Y preguntarse cuál es la idea ganadora.
¿Cuál es la excusa para que Houllebecq saque, de repente, a Gates y Jobs en su novela? Su protagonista es un pintor que va dando los tumbos típicos de todo artista digno de este nombre. Y en una de sus etapas, la de la "serie de composición de empresa" su obra estrella es "Bill Gates y Steve Jobs conversando sobre el futuro de la informática". En el cuadro juegan al ajedrez y no pueden ser más diferentes aunque ambos voten al Partido Demócrata.
Bill Gates ha dejado la presidencia de Microsoft y ya no es el joven del traje azul marino que lucha por llegar a la cima, pero tampoco ha llegado aún a convertirse en el millonario filántropo y con sensibilidad social que ahora se pasea por África. "Es un Bill Gates de vacaciones", resume el escritor. En el cuadro, Gates, tranquilo, relajado, representa el símbolo de la alegría del capitalismo que cree que una empresa no necesita presentar una gran innovación tecnológica para triunfar, sino que lo que debe hacer es esperar que inventen otros, copiarles y vender los nuevos productos a un precio más barato. Aunque, eso sí, con una confianza extrema en la "mano invisible", en las leyes del mercado, que siempre tienen razón y que, además, Gates identifica con el bien general. Es, como dice Houellebecq, un capitalista cándido, cordial y amistoso.
Y lo curioso es que en la partida de ajedrez del cuadro que inventa Houellebecq, Gates iba ganando a un Jobs que se presenta como la encarnación de la austeridad, del capitalismo triste, fatalista, laborioso, exigente, un poco tirano, protestante, el de Max Weber. Y también sobrio: la escena pintada transcurre en el salón de la casa del creador de Apple, blanco y muy lejos del ambiente de ciencia ficción con que se supone que Gates ha decorado su casa. Los antepasados de Jobs podrían haber sido algunos de los puritanos que emigraron de Inglaterra hacia Estados Unidos en el Mayflower. De ahí la tristeza que transmitía, el desarraigo, según descripción del novelista francés. Un protestante no podía sentir otra cosa en la "alegre" California. Aunque los productos que salieran de su cabeza ahora hagan furor en todas las sociedades, y muy especialmente, en las que se identifican con el capitalismo más despreocupado.
Bill Gates va ganando al ajedrez, pero la actitud de Jobs parece mostrar que es él el que domina del juego. La partida no ha terminado y algún movimiento de las fichas podría dar finalmente la victoria a Jobs.
El cuadro de la novela muestra la situación de Apple y Microsoft hace unos años. Ahora la cosa ha cambiado radicalmente. Bill Gates ya no es un mito y su empresa, aunque sigue teniendo una posición dominante en el mercado, ya no es lo que era. Si recurriéramos al humor negro, podríamos decir que Gates no murió a tiempo. Houellebecq dice que el mejor título para la pintura debería ser "Una historia del capitalismo". Y, en ese relato, de momento, ha ganado el capitalismo austero, protestante, auténtico, innovador de Jobs frente al feliz e ingenuo de Gates, que no tiene envidia, porque el mercado es soberano. No parece un mal resumen para la historia de la economía del s.XX.