Bankia, al pan, pan...
Desde que en 2007, el entonces ministro de Economía Pedro Solbes calificó de "pequeñas turbulencias sin apenas impacto en la economía española" el tsunami financiero que estaba a punto de aplastarnos
Desde que en 2007, el entonces ministro de Economía Pedro Solbes calificó de "pequeñas turbulencias sin apenas impacto en la economía española" el tsunami financiero que estaba a punto de aplastarnos, y en 2008 el entonces presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero dijo que nuestros bancos eran "los más sólidos de la comunidad internacional", no habíamos visto otros intentos tan perversos de camuflar la realidad.
Repetía Mariano Rajoy, en la última campaña electoral, que si era elegido presidente llamaría "al pan, pan y al vino, vino", porque los españoles se merecían un Gobierno que les dijera la verdad. Seis meses después, salvo con la reforma laboral, que ahí Rajoy sí que estuvo claro y contundente, todavía estamos esperando a que llame por su nombre a la subida de impuestos, a los recortes en sanidad y educación, a la subida del IVA, a la inyección de dinero público en Bankia...
Pero el problema no sólo es no llamar a las cosas por su nombre, sino el peligroso silencio que suele envolver a las decisiones más complicadas. El hecho de que nadie del Gobierno saliera para explicar lo que estaba sucediendo en Bankia tras conocerse la dimisión de Rato provocó una gran incertidumbre entre inversores y ahorradores de la entidad y el derrumbamiento de la acción en Bolsa. Todo esto aceleró el desembarco de José Ignacio Goirigolzarri en Bankia y los planes de nacionalización del Gobierno.
Un tremendo desgaste que se podía haber evitado si, desde un primer momento, Rajoy hubiese llamado " al pan, pan y al vino, vino".