Reunión «ilustre» en un polígono

El búnquer de la Audiencia Nacional perdido en la localidad madrileña de San Fernando de Henares, en su límite con[…]

El búnquer de la Audiencia Nacional perdido en la localidad madrileña de San Fernando de Henares, en su límite con Torrejón, reunió ayer a unos visitantes «ilustres» infrecuentes en el polígono industrial donde se ubica. El primer gran juicio a la trama Gürtel y la vista oral por las tarjetas «black» de Caja Madrid y Bankia congregó desde primera hora a más de cuatrocientas personas, entre los 102 acusados, abogados de postín y periodistas de unos 70 medios.

Esta coincidencia provocó el reencuentro de viejos conocidos y dejó escenas anecdóticas, como la distendida charla que mantuvieron Francisco Correa, el cabecilla de la Gürtel, y el empresario Arturo Fernández, acusado por las Visas opacas, antes de que éste subiera a la planta superior donde se celebraba la vista que le sienta en el banquillo.

En la de abajo, la principal, permanecieron los implicados en el juicio de Gürtel, con alguna ausencia notable, como la de la exministra de Sanidad Ana Mato, juzgada -al igual que el PP- como partícipe a título lucrativo, una condición que le permitió librarse de la exposición pública y que acudiera en su lugar su representante legal.

En dicha espera hasta la hora de la verdad llamaba la atención la soledad de Correa, quien tantos amigos tuvo entre los empresarios, políticos y funcionarios corruptos y corruptores. Solo se acercaba a charlar con él el exalcalde de Majadahonda Guillermo Ortega, «Willy», a quien agasajó en otra época. Luis Bárcenas, el extesorero del PP, estaba más acompañado, entre sus dos abogados y otros acusados, como el exalcalde de Pozuelo de Alarcón Jesús Sepúlveda.

A su llegada al polígono, todos ellos fueron increpados por un reducido grupo de preferentistas, que no se pierden ningún evento judicial que afecte a los antiguos dirigentes de las cajas de ahorro, pero que tienen el obstáculo del lugar, tan alejado de todo. Los insultos variaron según el protagonista: «ladrón» y «chorizo» para Bárcenas, o «maleante», «sinvergüenza» y «cabrón», para Correa. En el sumario de Gürtel «Luis El cabrón» era otro...

A media mañana también irrumpieron algunos miembros del colectivo de ultraderecha «Hogar Social Madrid», que lanzaron pelotas de goma y fueron identificados por la policía. «No habrá paz para los malvados», era el lema de su pancarta.

Algunos de los acusados, como Álvaro Pérez, apodado «el Bigotes» -a pesar de su actual barba-, se mostraron desafiantes ante estos gritos. No fue el único: tras el parón para comer, el exjefe de la Casa del Rey Rafael Spottorno frenó en secó al salir del tribunal cuando un solitario preferentista le llamó «ladrón de palacio». Retador, le aguantó la mirada antes de comentarle algo a un policía.

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Esta multitud también provocó atascos en los bares y restaurantes del polígono, desbordados ante la «ilustre» avalancha. Muchos acusados, abogados y periodistas compartieron terraza en el mismo bar. Bajo los soportales y el módico precio de 9 euros el menú, almorzaron la exmujer de Francisco Correa, con su abogado, o el acusador popular del caso de las Visas, Andrés Herzog, entre otros.

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La ubicación de los acusados retrasó el inicio, previsto para las diez, hasta las las once menos seis minutos. Rodrigo Rato, el exvicepresidente del Gobierno acusado por las tarjetas B -y a quien se espera en Gürtel como testigo-, llevaba ya unos minutos declarando. Hasta las doce y veintidós minutos, la secretaria judicial se dedicó a leer el escrito de acusación de Anticorrupción, en el que detalla los delitos y penas solicitadas. Los protagonistas escuchaban y amoldaban su cuerpo a la silla preparándose para los meses venideros. Correa, el primero en el extenso banquillo de los acusados, echaba el cuerpo hacia delante. Pablo Crespo, su «lugarteniente», leía apuntes y tomaba notas. Isabel Jordán, antigua administradora de empresas de la trama, miraba al suelo. En primera línea, el «arquitecto» del entramado societario de algunos acusados, Luis de Miguel, que se defendió a sí mismo.

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