Por qué bonos de corta duración

No es solo la divergencia entre políticas monetarias entre Europa y Estados Unidos. Cambios regulatorios y una progresiva sequía de liquidez en los mercados de deuda exigen repensar las estrategias en renta fija.

De la paulatina complicación del mercado de renta fija se lleva avisando años. Desde el punto de inflexión de la última crisis financiera las rentabilidades de los títulos de deuda han caído a niveles inimaginables. Así, en la memoria más cercana de los inversores de renta fija los retornos han sido excelentes y, por lo general, sin asumir una volatilidad excesiva. El listón está alto, pero las circunstancias han cambiado. 

En primer plano están los bancos centrales y, especialmente, las consecuencias de una divergencia entre las políticas monetarias de Estados Unidos y Europa. La Reserva Federal maneja ya una estrategia de salida, si bien de manera pausada y con cautela, mientras que el Banco Central Europeo se encuentra en pleno proceso de estímulo económico. Y esa desviación de los caminos traerá volatilidad, afirma Manuel Gutiérrez-Mellado, miembro del equipo de ventas retail e institucional para Iberia de BlackRock. 

Los inversores temen un shock similar a 1994, cuando el tipo de interés en Estados Unidos se disparó 300 puntos básicos en 12 meses. «Sin embargo, dada la gradual recuperación de la economía estadounidense y con la inflación bastante por debajo del objetivo del 2 por ciento de la Reserva Federal, esperemos que el proceso de normalización sea escalonado», defiende Thomas Musmanno, jefe del equipo de corta duración, parte del grupo de renta fija global de BlackRock.
Pero la volatilidad del mercado no se limita a lo que pase con los tipos de interés. También hay que tener en cuenta los efectos de cambios regulatorios en la industria de la inversión, así como la reducción de la liquidez en el propio mercado de renta fija, causada por unos requerimientos más estrictos de capital para la banca y el consecuente declive de su posición de intermediario principal. 

Un engranaje central

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Con estos cambios en mente, los inversores que aún estén tocados por el repunte de volatilidad de la primera mitad de año, deberían comenzar a considerar una estrategia de inversión en duraciones cortas como parte central de su cartera, indistintamente de la clase de activos. ¿Por qué corta duración? Porque como explica Gutiérrez-Mellado, supone reducir la sensibilidad que tiene un inversor a la capacidad de un país o deudor a repagar su deuda. Y, apunta Musmanno, son activos que ofrecen una baja volatilidad (por debajo del 1 por ciento) a cambio de un retorno positivo, por muy mínimo que sea. 

El mercado de renta fija descuenta en estos momentos las acciones de los bancos centrales, apunta Gutiérrez-Mellado. Lo que ha llevado a algunas zonas a convertirse en objetivo prácticamente de especulación, como lo son las emisiones que ofrecen rentabilidades negativas. Por eso, se ha de estar también diversificado en cuanto a clase de activos. Para BlackRock la parte frontal de la curva -emisiones de uno a 3 años- tiene sus atributos únicos. Por eso tienen un equipo dedicado únicamente a analizar y gestionar duraciones cortas con el fin de «descubrir las mejores oportunidades en términos ajustados al riesgo». «Una estrategia en estos activos debe ofrecer flexibilidad en la asignación sectorial y la gestión de la duración para navegar la elevada volatilidad y una inminente subida de tipos en Estados Unidos», sostiene Musmanno. Deben ser capaces de rotar entre sectores para capitalizar el mayor potencial. En BlackRock, a través de fondos como el BGF Euro-Short Duration Bond Fund o el BGF Euro Corporate Bond Fund, ven valor en periféricos (España, Italia, Irlanda y Portugal), en deuda corporativa (del sector eléctrico, industrial y financiero) y en ABS de Reino Unido. También, tácticamente, en bonos ligados a la inflación, que ofrecen rentabilidades interesantes a causa de unas expectativas de inflación demasiado reprimidas.

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