Nada es como era

Hay momentos que permanecen imborrables en la memoria y uno de ellos fue aquel. Eran las tres y media de[…]

Hay momentos que permanecen imborrables en la memoria y uno de ellos fue aquel. Eran las tres y media de la tarde de aquel 20 de noviembre de 1975 cuando entré en la biblioteca de la Universidad de Vincennes, donde yo estudiaba filosofía. La jornada era inclemente y estaba lloviendo. Al cruzar la puerta, había una chica sentada de espaldas que tenía abierto el periódico «Le Monde». El titular de la portada tenía tres palabras: «Franco est mort».

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