Lorca, una vida lorquiana
Sólo los grandes autores acuñan para la eternidad una nueva palabra ?indexada en el diccionario de la Real Academia? que[…]
Sólo los grandes autores acuñan para la eternidad una nueva palabra ?indexada en el diccionario de la Real Academia? que le definen a él y todo lo que su universo representa. Y de Lorca viene lorquiano. Lorca es lorquiano y todo lo lorquiano es Lorca, porque así le parieron, como un poeta con más que sangre en las venas ?borbotones de cielo, estrellas y verdes lunas?, y así le mataron, con un tiro de gracia en una madrugada de traiciones y fusilamientos en su Granada natal, justo al mes de estallar la Guerra Civil. No le dio tiempo a ver más crímenes ni venganzas fatricidas: las justas para sus 38 años de acelerada y hasta atolondrada existencia de hombre bueno. Eso se llevó su bonito cadáver a la tumba: joven y en plenitud de facultades, como el de todos los mitos. Pasión y tragedia. Dos tópicos tan españoles como el mismo Lorca.
Tan español él como lorquiano. Tan lorquiano él como español. Tanto monta, monta tanto. Y ahora, pasados los siglos y removidos sus restos hasta el morbo sin escrúpulos, sabemos que nada le hubiera dado más rabia ni repelús que esta simple adscripción de folleto turístico, con flamencas y gitanos de postal. Un sol de justicia a las 5 de la tarde, la hora en la que mueren los toreros. Ignacio Sánchez Mejías, y su llanto. Lorca cayó de un tiro a las 4:45 de la madrugada de un 18 de agosto. Disparo de un Guardia Civil, tras delaciones y acusaciones varias. A saber: simpatizar con el bando contrario en una guerra entre padres y hermanos, amigos y vecinos, y su homosexualidad no escondida ni disimulada. Federico García Lorca nació en el año 1898 ?ese que da título a una generación armada en el desánimo?, pero su obra se acoge a los parabienes del 27. Conjunción numérica y astral que alinea una lista de creadores excelsos y excesivos, amigos y compañeros en la Residencia de Estudiantes: Dalí, Buñuel, José «Pepín» Bello... ¡Madrid era una fiesta!, antes de que Hemingway proclamara tal admiración por París y su escuadrón de seres bohemios. «Me escriben de la Residencia diciéndome que no tienes habitación. ¡Esto es terrible! ¿Cómo voy a irme a otra parte? Me asustan los ambientes Baroja y Galdós, la patrona, el estudiante vicioso...», así escribe un desesperado y desilusionado Lorca a su amigo, el compositor Adolfo Salazar. Al final, lograría reinventarse entre sus paredes y duendes.
El paseo de la fama de la literatura, y sus jóvenes poetas muertos, equivale a un túmulo de tópicos con nombres y apellidos. Y Federico García Lorca, sin desdoro alguno a su memoria, suena como uno de nuestros grandes tópicos, además de uno de nuestros grandes escritores de todos los tiempos. De Granada a Nueva York. Para ello ha tenido que transitar por una biografía maldita y una obra que se revoluciona en la vanguardia más cosmopolita.