La eurozona pierde el optimismo

El estado de la economía europea en los primeros nueve meses enfría el optimismo, que habían despertado los buenos datos del PIB en los primeros meses del año, y han obligado al BCE a anunciar nuevas políticas de estímulo.

El estado de la economía europea en los primeros nueve meses enfría el optimismo, que habían despertado los buenos datos del PIB en los primeros meses del año, y han obligado al BCE a anunciar nuevas políticas de estímulo.

Las dudas sobre la recuperación económica europea vuelven a estar presentes tras conocerse los datos de PIB de la eurozona del primer semestre, que nos muestran un raquítico incremento del 0,2% y con las principales economías, con la excepción de la española, mostrando niveles de crecimiento muy preocupantes. Con este escenario, Mario Draghi ha tenido que anunciar nuevas medidas de estímulo, con el objetivo de enderezar la situación en el último trimestre del año y determinar si, por fin, nos encaminamos hacia una recuperación sostenible. Especialmente preocupante son los datos de crecimiento en Europa, si los sumamos a la baja inflación, que se situó en el mes de agosto en un 0,4%.

Si desgranamos ese dato general de crecimiento por países, especialmente alarmante es el dato de crecimiento de la economía alemana, con una contracción del PIB del 0,2% (la primera reducción desde el segundo trimestre de 2012), que unido a un dato de IPC del 0,8% (marcando mínimos de 2010), enciende las alarmas sobre la locomotora de la economía europea. El frenazo económico alemán, abandonando el buen dato del primer trimestre en el que creció un 0,7%, se debe principalmente al comportamiento del sector exterior, ya que tanto el consumo privado como público aumentaron respecto al primer trimestre.

Otra de las grandes preocupaciones es la economía francesa, que sigue estancada y no consigue repuntar a pesar de los esfuerzos del Gobierno galo para reactivar la economía, vía aumento del gasto público. El consumo privado y la inversión siguen totalmente paralizados, y únicamente es el gasto de las administraciones el que logra que su economía no se adentre en terreno negativo, lo cual, sin duda ,va a ser un problema a la hora de conseguir cumplir el objetivo déficit a final de año. Para empezar, el Gobierno ya ha anunciado que no cumplirán el objetivo déficit para 2014 y que peligra el de 2015. El mal escenario de la economía gala se completa con la contribución negativa que ha tenido el sector exterior en el segundo trimestre del año.

Frente a la mayoría de datos europeos cabe resaltar el buen dato de PIB español, con un incremento del 0,6% (dos décimas por encima del dato del primer trimestre y una décima por encima de las previsiones del Banco de España). Sin duda, nos encontramos ante una buena noticia, pero no podemos dejarnos llevar por el optimismo, ya que nuestra economía sigue teniendo muchas tareas pendientes. Hay que reseñar que éstos buenos datos vienen dados por un aumento de la demanda nacional, con un crecimiento del consumo del 0,3%, y una menor aportación al crecimiento de las exportaciones, algo que rompe la tendencia de los últimos meses en los que el sector exterior era el encargado de tirar de la economía.

No obstante, hay dos factores muy negativos que siguen presentes en nuestro país: la tasa de paro y la caída en el nivel de precios. Con una tasa de paro del 25% no podemos, en mi opinión, hablar de recuperación y, como mucho, nos encontramos ante una ligera mejoría. Lograr que ese crecimiento económico se traduzca en una reducción del número de personas desempleadas es el principal reto de nuestra economía.

Por otro lado, la falta de actividad económica se hace patente con el dato del IPC. Muchas empresas se ven obligadas a bajar los precios como única manera de lograr aumentar las ventas, ante la falta de demanda existente, haciendo que la inflación interanual retroceda cuatro décimas hasta el -0,4% en julio. Si no logramos mantener unos niveles de crecimiento aceptables hasta final de año, podríamos situarnos en uno de los peores escenarios posibles: falta de crecimiento económico unido a caída en los precios.

Sin lugar a dudas, los malos datos de crecimiento del segundo trimestre han obligado Mario Draghi a dar un paso adelante. Tras la satisfacción con la que se acogieron sus últimas medidas de estímulo, el BCE ha tenido que dar un paso más en sus políticas expansivas, aunque hay que recordar que es demasiado pronto para que el efecto de sus últimas medidas se haga notar en la economía real, se prevé que no ocurrirá hasta el último trimestre del año.

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El margen de actuación del BCE es cada vez más reducido, ya que se han utilizado muchas de las opciones de política económica convencional que tiene en su mano para tratar de reactivar la economía europea. En su día pudimos comprobar cómo funcionó a la perfección la ya famosa frase de Draghi: "haré todo lo que sea necesario" para devolver la tranquilidad a los mercados, pero, en la actualidad, esa tranquilidad en las bolsas y en el interés de la deuda pública no está siendo respaldada por crecimiento económico, y han hecho que Draghi haya anunciado en la reunión de septiembre del BCE que iniciará la compra directa de activos con el objetivo de reactivar el crédito. Con esta medida pretende que el riesgo de los créditos no tenga repercusión sobre las entidades bancarias, y éstas puedan derivarlo al BCE. Esta medida dará lugar a que el balance del banco central aumente, pero, a cambio, las entidades no verán penalizadas sus cuentas, en caso de que los nuevos créditos resulten impagados.

Parece que los malos datos de crecimiento de la economía alemana, unidos a los bajos niveles de inflación, han hecho que por fin acepte que el BCE dé un nuevo paso en sus políticas de estímulo, con el fin de reforzar el frágil crecimiento de la zona euro y acepten que el Banco Central vaya más allá del control de precios, su principal cometido, y ejecute políticas expansivas al estilo de la Reserva Federal estadounidense. La preocupación de Mario Draghi es evidente, y ya asume que en solitario no podrá relanzar la economía. En sus últimos mensajes, pide a los gobiernos que flexibilicen la política fiscal e introduzcan nuevas medidas que, por el lado de la demanda, consigan relanzar el consumo.

Habrá que estar atentos a si los gobiernos nacionales recogen el guante y aceptan relajar las políticas de ajuste que vienen desarrollando desde el inicio de la crisis, y comienzan a flexibilizar las políticas fiscales y de recorte de gasto público con el objetivo de relanzar la demanda interna.

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