La Biblioteca Nacional desentraña los misterios más hondos del flamenco

El eco de un quejío retumba desde este jueves en la Biblioteca Nacional de España (BNE). Sus muros mojan el[…]

El eco de un quejío retumba desde este jueves en la Biblioteca Nacional de España (BNE). Sus muros mojan el agua y desvelan los misterios del flamenco en una magnífica exposición que recoge tesoros inspirados en una cultura que la Unesco declaró Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Fue el día en que, en palabras de Enrique Morente, «la humanidad comenzó a ser patrimonio del flamenco».


«Patrimonio Flamenco, la Historia de la cultura jonda en la BNE»
, bautizo de la muestra, hace un recorrido por la historia de este arte, desde sus raíces hasta nuestros días y busca desmontar los tópicos que envuelven a este género. «El flamenco no nace en una cueva ni en una noche de la nada», subrayaron los comisarios,
Teo Sánchez y David Calzado. «Es consecuencia de una sedimentación que viene de la música y de los bailes populares, andaluces principalmente, con claras influencias externas. Hay una pieza de Chaves Nogales que dice que para escuchar el mejor flamenco hay que ir a París», cuentan. Para tumbar otro mito, «un arte encerrado en sí mismo», hicieron alusión a «valientes como Camarón, que aguantó las críticas con "La leyenda del tiempo"». O Carmen Amaya, «la primera mujer que subió al escenario con pantalones para taconear como un hombre».



Aunque la existencia del flamenco se certificó hace 170 años con la publicación de «Escenas Andaluzas», de Serafín Estébanez, esta exposición ahonda más allá y arranca hace 400 años. «Los aficionados a lo jondo se sentirán identificados con esas intuiciones preflamencas -relatan-, como las descripciones de Preciosa que hace Cervantes en "La gitanilla", con la juerga de gañanía que Gazel le narra a su maestro Ben-Beley en las "Cartas marruecas" o con el arrebatado baile callejero que pinta Goya en su estampa "El vito"». Todo hasta llegar a «Los flamencos sin muros», con el duende y el aroma de Paco de Lucía, Camarón y Enrique Morente.

Cinco tercios

La faena flamenca de la BNE se divide en cinco tercios, ilustrados en la sala Hipóstila con 150 obras, auténticas joyas para aficionados o no a este palo: grabados, manuscritos, fotografías, vídeos... Un placer para los sentidos. Entre los valiosos tesoros destacan dos de Picasso: «La bailaora» (1899), donde se vislumbra su pasión por el flamenco y los toros, y «Figura, cabeza y guitarra» (1902-1903). Y más: Tápies, Saura, Fortuny...

La mayoría de los fondos pertenecen a las propia Biblioteca, completados con préstamos del Museo Picasso de Barcelona, el Reina Sofía, la Fundación Cante de las Minas de La Unión y varias colecciones particulares. A todos ellos, y a los colaboradores del completo catálogo -prologado por Antonio Gala-, mostró su agradecimiento Luis Alberto de Cuenca, presidente del Real Patronato.

Los comisarios resaltaron que el origen del flamenco está en el baile y en la muestra se rinde un tributo especial a Carmencita Dauset, una bailaora almeriense que cruzó los Pirineos para deleitar a los parisinos y abarrotó en Nueva York el Madison Square Garden en 1891. Suya es también la primera aparición en una grabación cinematográfica, como se registra en la BNE. No faltan figuras como Carmen Amaya, Lola Flores, Manolo Caracol o Antonio Gades. En medio, se hace un recorrido por la irrupción de los café cantante; la grabación de la primera antología; las obras de Lameyer -que hizo el primer grabado flamenco-; la genial descripción de Bécquer sobre las emociones que transmite este género; fotografías de Beauchy; la presencia del flamenco en el cine; el nacimiento del fonógrafo, «la máquina que habla»; ilustraciones de Alberti para el disco «Soleares del que nunca fue a Granada»; el «Poema del cante jondo» de García Lorca, la partitura de «Entre dos aguas»...

Las emociones no tienen fin en esta sorprendente exposición: desde el dolor de una garganta rota de sonidos que se remontan a la época de los tubos de cera hasta las ingeniosas perlas de Camarón: ¿Yo un niño prodigio? Yo he pasado más hambre que un caracol pegado a un espejo». Incluso hay un capítulo dedicado a «Ilustres antiflamenquistas», abanderados por Eugenio Noel y con el apoyo de buena parte de los autores de la Generación del 98. «¿Cómo no puede gustarte el flamenco? Hay gente con muy mal gusto...», resumió un aficionado que visitaba una muestra para el deleite de los sentidos.

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