La alberca

La penetración de Vox es reaccionaria, claro. Es una respuesta al totalitarismo subliminal que controla el pensamiento a través de[…]

La penetración de Vox es reaccionaria, claro. Es una respuesta al totalitarismo subliminal que controla el pensamiento a través de mecanismos taimados y que por sus variaciones más estúpidas ha terminado estragando a 400.000 personas en Andalucía, el edén de la izquierda española. El nuevo frente popular ha atacado tanto la inteligencia de «La Gente» que se ha quedado colgado de la brocha, aunque no hay mal que por bien no venga. Al menos esta guantada a los abusos populistas ha servido para descaretar a Susana Díaz, a quienes muchos habían encumbrado porque no la conocían de nada. La presidenta moribunda de la Junta ha dicho que «si quitas a la extrema derecha, hay una mayoría de izquierdas». Ni en «Barrio Sésamo» se atrevieron a tanto para explicar la diferencia entre arriba y abajo. Pero esta maravilla dialéctica, cima perogrullesca de la agnotología, es sólo una más de las aberraciones que explican el auge de un partido que no entraba en las apuestas. Ejemplos hay muchos. Esta misma semana hemos visto, por citar uno bastante ilustrativo, la propuesta de una asociación que reclama un «trato ético a los animales» para acabar con el lenguaje que «fomenta el maltrato». En vez de «matar dos pájaros de un tiro» ahora hay que decir «alimentar dos pájaros de un bollo»... ¿No va a estar «La Gente» harta?

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