¿Están las empresas familiares ahora en venta?

Sí, se venden, pero cuesta más. Sin embargo, muchas de ellas acaban quebrando por la resistencia de la familia a[…]

Sí, se venden, pero cuesta más. Sin embargo, muchas de ellas acaban quebrando por la resistencia de la familia a perder el control. Una obstinación a la venta que impide ver objetivamente las dinámicas competitivas del sector. En muchos casos se genera un círculo vicioso que termina con la vida, cierre o mala venta de lo que han sido importantes organizaciones.

Se trata de un tipo de empresas en las cuales la familia tiene una fuerte vinculación emocional y financiera. Sólo aceptan deshacer esos lazos cuando hay razones verdaderamente poderosas, como puede ser problemas de salud, fuertes discrepancias entre los miembros de la familia por la gestión o necesidad urgente de inyección de capital, entre muchos motivos.

La dificultad emocional de dar entrada a nuevos inversores provoca muchas veces que las empresas familiares se endeuden demasiado, provocando problemas de liquidez en cuanto se produce un cambio de ciclo. Esta situación fue la que se encontraron miles de empresas familiares en la última crisis, empresas que ya no existen y que se llevaron por delante todo el patrimonio de la familia.

Estamos en un momento histórico en España en el que vamos a vivir el mayor periodo de transferencia intergeneracional de empresas privadas de la historia. Los «Baby boomers» se tienen que jubilar. En la mayoría de los casos, sus hijos, la «Generación X» (los nacidos entre 1965 y 1980), han tenido una educación más sofisticada y han optado por trabajar en grandes empresas. Detrás de ellos vienen los «Milenials», una generación que dice ser la menos emprendedora de la historia reciente. Esa falta de deseo por ser empresarios por parte de las siguientes generaciones va a potenciar un fenómeno de concentración, haciendo que nuestro tejido empresarial sea más resistente cuando venga la próxima crisis; que vendrá.

Muchos empresarios «Baby boomers» han vivido para trabajar, apenas han desarrollado hobbies y se encuentran ante el vértigo de que no saben qué harán con su tiempo cuando se jubilen. Por ello se resisten a vender la empresa, complicando su viabilidad futura. Así nos encontramos con que un 70 por ciento de las empresas familiares no pasan a la siguiente generación. La alta mortalidad de las empresas se debe, entre otras razones, a la falta de planificación en la transmisión, la ausencia de un sucesor competente, el fracaso o el agotamiento de un negocio o de un sector, las dificultades familiares, las peleas entre socios, la falta de capital o la falta de financiación.Muchos de estos cierres se podrían evitar si el empresario supiera elegir el momento adecuado para desprenderse de su empresa.

En los últimos años las presiones competitivas han acelerado la necesidad de ser rápido en identificar el momento oportuno para desprenderse de la empresa. Toda compañía tiene un momento óptimo para ser vendida. Es vital esforzarse en conocerlo y ser conscientes de ello para luego no arrepentirse.

Las familias empresarias deben estar alerta para percibir las señales de alerta y, en caso de necesidad, saber poner la guinda a un largo proceso de creación de valor culminándolo, si procede, por qué no, con una magnífica operación de venta.

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