El reino de Ana María Matute

Podría escribir sobre Beyoncé y su marido Jay Z bailando como poseídos por las salas del Louvre en su último[…]

Podría escribir sobre Beyoncé y su marido Jay Z bailando como poseídos por las salas del Louvre en su último videoclip. Podría, pero no lo haré, porque el tiempo de las redes todo lo quema y parece que, al final, siempre nos epata la misma tontería interplanetaria. Nuestra admiración o desprecio pegado a la pantalla de un móvil, con el dedo al acecho. Ahora y siempre ha habido un dedo acusatorio. Podría escribir de un ministro de Cultura, Màxim Huerta, porque su excepcional caso merece algo más que chascarrillos, pero tampoco lo haré, porque de su breve paso por la sala de prensa de Twitter sólo me interesa la mención, vía foto, que hizo de Ana María Matute. Imagino que aquello supuso que muchos se pusieran como locos a «googlear» el nombre de Ana María y quién sabe si estuvo a punto de convertirse en trending topic. Ojalá.

El reconocimiento interplanetario a ella, a su obra y a su mundo no sería mal asunto. Los hados no podrían resultar más propicios, porque estamos a punto de celebrar el vigésimo segundo aniversario de
Olvidado Rey Gudú
. Casi los mismos años (tres más) tardó en escribir esta historia que viaja a los mundos medievales y sus fantasías exacerbadas mucho antes de que un señor orondo y con luengas barbas, George R. R. Martin, creara
Juego de Tronos
para el embobado consumo masivo. Ana María adoraba el universo medieval. Entre sus leyendas se refugió de sus miedos interiores. Levantó ese mundo, con plano de reinos incluido, sin necesidad de esa testosterona que en Juego de Tronos hace volar cabezas a nuestro alrededor. Recomiendo su lectura a quienes hicieron de la citada saga una metáfora política y hasta un regalo en audiencias reales.

Una edición conmemorativa a cargo de Destino, con dibujos y apuntes inéditos, está ya en la mesa de novedades, y un encuentro sobre Ana María Matute y esta fascinante obra se celebrará en la librería Alberti, de Madrid, este lunes. Para poner muros y murallas frente al papanatismo reinante.

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