El experimento finlandés

Desde enero de este año, dos mil finlandeses de entre 25 y 58 años reciben 560 euros al mes como[…]

Desde enero de este año, dos mil finlandeses de entre 25 y 58 años reciben 560 euros al mes como parte de un experimento social que trata de analizar si una renta básica puede servir como incentivo para aumentar el empleo. Solo alcanza a una pequeña parte de la población, seleccionada al azar entre los 207.000 desempleados del país, y tiene un límite de tiempo, hasta diciembre de 2019, aunque, según los resultados obtenidos, se estudia ampliarla en el futuro a otros colectivos como estudiantes o autónomos.

La prueba piloto ha sido puesta en práctica por el Instituto de Seguridad Social de Finlandia, Kela, a instancias del Gobierno de centro derecha de Juha Sipilä, decidido a reducir la tasa de paro del país, cercana al 8%. La intención, a largo plazo, sería una reforma profunda del sistema de seguridad social que los políticos empiezan a considerar anticuado y poco eficaz para atajar los problemas reales que se plantean hoy en el mundo laboral.

Para Marjukka Turunen, directora del departamento legal de Kela, la renta básica podría convertirse en un estímulo para la búsqueda activa de empleo. En la actualidad, algunas personas desempleadas deciden no incorporarse al mercado laboral por miedo a perder algunos de los subsidios que reciben del Estado. Sin embargo, con la renta básica, pueden trabajar a tiempo parcial, montar su propio negocio, o aceptar un empleo a tiempo completo sin perder los 560 euros que, además, son libres de impuestos.

El estado de bienestar

Este es el caso de Juha Jarvinen que, con 38 años y seis hijos, ha sido uno de los agraciados con esta especie de lotería del Gobierno finlandés. Desde que perdió su negocio hace cinco años, la familia ha subsistido gracias al salario de su mujer, enfermera, y las diferentes ayudas económicas que reciben del Estado. Juha, que se describe como «creativo e idealista» y que ha trabajado en el sector de la publicidad, cree que el dinero le ayudará a empezar de nuevo. «Ahora tengo dos años para empezar y probar lo que funciona y lo que no funciona. Incluso si monto un negocio y no va bien, tengo dinero para comida y para pagar algunas facturas. No corro tantos riesgos», explica a ABC.

Desde enero, 2.000 finlandeses desempleados reciben una renta de 560 euros al mes, dentro de un plan piloto

Para la izquierda, la renta básica resulta una propuesta atractiva como una forma de combatir la exclusión social, mientras que, para los partidos de derecha, es un método interesante para reducir la burocracia y simplificar los servicios y ayudas proporcionados por el Estado. «Podemos asumir que tal vez todo el mundo está a favor de la igualdad, pero las opiniones son diferentes cuando se trata de buscar maneras prácticas de promoverla» explica Oli Kangas, director de investigación de Kela. Aunque el 69% de los finlandeses está a favor de la renta básica universal según una encuesta llevada a cabo por el Instituto de la Seguridad Social, algunos temen que sea el principio del fin del estado del bienestar y de los generosos subsidios con los que están protegidos. Temen que la renta básica termine abriendo la puerta a la privatización de algunos servicios proporcionados por el Estado de forma gratuita, como la sanidad o la educación, o a una subida de impuestos.

El estado del bienestar lleva décadas de funcionamiento, pero, para los dirigentes finlandeses, el mundo laboral ha cambiado y es necesario encontrar un nuevo modelo de seguridad social. Problemas como la burocracia, el sistema de subsidios que perpetúa la exclusión social, los salarios a la baja, el «mileurismo», la automatización de los puestos de trabajo con la consiguiente pérdida de empleo son algunos de los retos que necesitan soluciones innovadoras. Ideas que nacieron en el siglo XVIII y que han encontrado grandes defensores en sociólogos, filósofos o economistas como Milton Friedman que, en 1962, ya proponía el Impuesto sobre la Renta Negativo, un subsidio garantizado para todos los ciudadanos sin ingresos o por debajo de un nivel mínimo. La utopía parece que empieza a hacerse realidad, al menos a pequeña escala, como lo demuestran las experiencias de Finlandia y otras que se llevarán a cabo en Ontario (Canadá) y Utrech (Países Bajos).

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