Brasil, país del futuro
A Bolsonaro se le añade siempre lo de ultra y lindezas por el estilo, algo que nadie de la CUP[…]
A Bolsonaro se le añade siempre lo de ultra y lindezas por el estilo, algo que nadie de la CUP o Sortu recibe, prueba de la hipocresía de la izquierda. El triunfo del excapitán es importante al serlo en Brasil. «País del futuro» lo llamó Stefan Zweig cuando llegó huyendo de la barbarie nazi. No lo fue para él, pues se suicidó poco después, pero lo fue para millones de personas llegadas de todos los continentes. Aparte de contener inmensas riquezas naturales, junto a notables características: colonizada por portugueses en vez de españoles, heredó esa suavidad lusitana tan ajena a la brusquedad española que, convertida en feroz individualismo, se torna cainismo en situaciones límite. País mestizo donde los haya, parecía indemne al racismo y a los extremismos ideológicos. Que haya elegido como presidente a alguien tachado de ultra advierte de un cambio profundo en él. Lo que nos lleva a la pregunta: ¿por qué ha sido elegido Bolsonaro? Y la respuesta no es por todas esas taras que le achacan, de las que incluso ha alardeado, sino el fracaso de sus oponentes, a la triste situación en que Lula y Rousseff han dejado a Brasil. Y no sólo debido a la corrupción -el primero está en la cárcel, la segunda fue destituida-, sino también al desbarajuste social, a la anarquía en la calle, a la delincuencia: 63.000 homicidios al año. Aparte de que los brasileños no necesitan una bola de cristal para adivinar cuál será su futuro de consolidarse en el poder el Partido de los Trabajadores: les basta mirar a la vecina Venezuela y las riadas de venezolanos inundando su país y otros. A Bolsonaro no le han elegido sólo los brasileños ricos, blancos, cosmopolitas; le han elegido también los brasileños pobres, de color, en las favelas y parados (trece millones), que son los primeros afectados por los grandes planes de Lula. Esto es lo que trae la izquierda: miseria, inseguridad, cierre de empresas. Nicaragua es otro ejemplo, pero por pequeño, apenas se le hace caso. Pero Brasil, el gigante de Iberoamérica, no puede ser ignorado. Esto es un vuelco o, más bien, la confirmación de que la izquierda no tiene recetas para afrontar los grandes problemas de la seguridad y el bienestar de las naciones. Lo primero puede resolverlo a base de una dictadura férrea, o sea, falta de libertad. Para lo segundo sólo tiene la mentira y la propaganda, admitida ingenuamente en las democracias, sobre todo en las más jóvenes, como la nuestra. Pero ¿aprenderemos algún día que la tolerancia ante el delito y echar la culpa de todos los males al capitalismo son sólo excusas para ocultar que los remedios de la izquierda se vuelven siempre contra los más débiles, los más pobres e indefensos, que pagan a la postre sus experimentos? Empiezo a dudarlo.
En cuanto a Bolsonaro, haría bien en no convertirse en el típico dictador hispanoamericano, y dedicarse a elevar de verdad el nivel de su pueblo, convirtiendo finalmente a Brasil en el país del futuro.
