Ana Botín centra el debate sobre la digitalización de la banca

Ana Botín ha vuelto a sorprender al mercado. No es extraño en un banco que siempre se ha caracterizado por[…]

Ana Botín ha vuelto a sorprender al mercado. No es extraño en un banco que siempre se ha caracterizado por marcar el paso al resto de sus competidores. Lo hizo en 1947 cuando expandió su negocio al otro lado del Atlántico al entrar en Brasil y Argentina, en 1955 cuando abrió su primera oficina en Londres o hace ahora justo 30 años cuando lanzó la Supercuenta Santander, con una remuneración que alcanzaba el 11 por ciento. Más reciente, del 2015, era su último hito, la puesta en marcha de la Cuenta 1 2 3 que abría una nueva era en la relación entre la banca y sus clientes. 

Pero hasta ahora, a diferencia de otras entidades financieras que llevan años haciendo de la transformación digital su bandera, aunque con objetivos más que dudosos, el Santander había mostrado un perfil bajo. Algo ilógico cuando se trata de un banco que ha hecho siempre de la innovación una parte inseparable de su estrategia y de su éxito. Por eso, se esperaba que Ana Botín diera un golpe sobre la mesa y situara al Santander en primera línea de los cambios tecnológicos. Y lo ha hecho con dos mensajes muy claros. Por una parte, presentando un plan muy ambicioso, en el que tiene previsto invertir 20.000 millones de euros en los próximos años para dar el impulso definitivo a la digitalización de la entidad. Y, por otra, desmarcándose de lo que han hecho hasta ahora sus principales competidores, que en esta alocada carrera iniciada hace algunos años llegaron a confundir la esencia de los propios bancos que, en algunos casos, han pretendido suplantar el papel de las compañías tecnológicas. 

Ana Botín, en cambio, tiene claro que la tecnología es una herramienta, no la razón de ser del banco. El Santander se apoyará en esta herramienta para sacar más partido a su negocio, especialmente vinculado a los pagos, que es donde ha puesto el foco. Esta posición de su presidenta ayudará a centrar el debate sobre la transformación tecnológica de las entidades financieras, un debate que estaba provocando desconcierto en el sector.
El plan del Santander destila optimismo, confianza en que se cumplirán los objetivos, aunque el momento no es el mejor para los bancos, estrangulados por los bajos tipos de interés y amenazados también por una variopinta competencia, un incierto Brexit y los tambores de recesión económica.

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