Esa jaula de grillos llamada sistema financiero español

La histeria se extiende por el sistema nervioso de los bancos y las cajas de ahorros españoles, esos que hace[…]

La histeria se extiende por el sistema nervioso de los bancos y las cajas de ahorros españoles, esos que hace cuatro días eran la envidia del mundo mundial. Llega el verano, los brotes verdes mantienen un preocupante tono pajizo y las entidades echan cuentas sobre cuánto tiempo son capaces de aguantar el chaparrón. Si de puertas para adentro se han instalado las economías de guerra, de cara al exterior mandan los mensajes a tres bandas -cajas, bancos y Gobierno-, cada vez más explícitos y directos al corazón. A cada frase rimbombante se intenta cambiar de manos la patata caliente de un sector al que la crisis ha convertido en una jaula de grillos. Mientras Obama pone en marcha la mayor reforma financiera desde hace ochenta años, nuestros financieros y gobernantes van cada uno por su lado.

El miércoles el presidente de la CECA, Juan Ramón Quintás, se quedó a gusto. El jefe de las cajas, que hace apenas nueve meses mostraba su satisfacción porque el sistema financiero español "es una verdadera excepción, es una isla en medio de un mar absolutamente convulso", parece no guardarse ya ningún comodín en su mensaje oficial. Ha dicho que con amigos como Zapatero y Salgado no hacen falta enemigos y que el sistema bancario español dará pérdidas en 2010.

Y, sobre todo, ha defendido una solución a la americana para poner negro sobre blanco las miserias de sector: un stress test con luz y taquígrafos. Quintas, harto de que las cajas se estén llevando el grueso de los palos, sabe de sobra que hay más de un banco que no pasa la prueba. Ha elevado la voz después de escuchar como la AEB descarta que los bancos puedan entrar en números rojos el año que viene.


Y sus representados le han seguido. Juan María Nin (La Caixa), ha pedido al Gobierno que se de prisa en enderezar la economía porque si no se avecina el diluvio y José Luis Olivas (Bancaja) defiende las fusiones entre cajas de distintas regiones. Un llamada a la desesperada en las puertas de La Moncloa porque para muchas entidades esto no da más de sí.

Quienes en tiempos de bonanza han defendido el modelo a capa y espada -la cajas han sido y son reinos de Taifas en cada comunidad autónoma y artistas en eso de dejar contento a todo el mundo- saben que ahora la estructura no aguanta. El problema es de capital, de pasta, y ahí no pueden competir con los bancos con las actuales reglas del juego. Tienen la misma indigestión -sobre todo, una exposición brutal al sector inmobiliario, que no ofrece síntoma alguno de reactivación- y distintas armas para combatirlo.


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¿Qué toca? Una revolución sin precedentes que según la hoja de ruta del Banco de España -que las cajas no tienen más remedio que aceptar- supondrá por un lado que algunas de las 17 comunidades autónomas se van a quedan sin cajas de ahorros. Eso parecen tenerlo asumido las entidades.

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La otra cuestión es que el modelo societario ha quedado obsoleto en lo que se refiere a la generación de capital. Las cajas ven como el desplome de los beneficios y la imposibilidad de ampliar capital deja a las cuotas participativas -ese sonoro fracaso hasta hoy- como única tabla de salvación, visto que las participaciones preferentes dan para lo que dan. Para ellos deberán dotar a las cuotas de derechos políticos, como han defendido ya Nin o Miguel Blesa. Es decir, abrir las puertas de la fortaleza con, faltaría más, limitaciones si el que las quiere traspasar es un banco.

¿Anticipación o SOS? Tantas voces en el seno de las cajas apuntan más bien a lo segundo. Al menos cuentan con la ventaja de que sobre ellas ya se ha dicho casi todo lo que había que decir. Y poco bueno, para qué no vamos a engañar. En esto si que sacan ventaja a los bancos, que a base de refinanciación y mensajes tranquizadores han evitado la marea de impopularidad que sacude a sus competidores. Pero conviene no equivocarse, porque con las diferencias de transparencia y gestión -abismales si se pone en la balanza a las peores cajas del sistema- de una parte y de otra, los problemas de fondo son idénticos. ¿A quién perjudicaría menos un stress test público?

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