Cambio climático: un riesgo financiero real para los bancos

El riesgo del cambio climático en la banca ya está aquí y nos está mirando fijamente a los ojos. La[…]

El riesgo del cambio climático en la banca ya está aquí y nos está mirando fijamente a los ojos. La magnitud del impacto del cambio climático en la banca vendrá determinada por las medidas que se tomen ahora. No existe una métrica creíble ampliamente aceptada para calcularlo o cuantificarlo, pero el riesgo del cambio climático es un riesgo financiero real para los bancos. No debe ser ignorado ni relegado a algo que podría surgir en el futuro. Teniendo en cuenta las amenazas del cambio climático, los inversores deben establecer un plazo de riesgo a largo plazo, más allá de los tres y cinco años habituales, pero tenerlo en cuenta ahora.

En la actualidad, las empresas de inversión disponen de relativamente pocos recursos para evaluar a fondo los aspectos relacionados con el cambio climático de los bancos desde una perspectiva de riesgo financiero. El hecho de confiar en las valoraciones de expertos externos en materia de ESG para las decisiones de inversión no puede ser eficaz a menos que las empresas dispongan de marcos analíticos internos para situar los riesgos respectivos en el contexto adecuado. Las valoraciones de terceros deben ser tratadas como segundas opiniones. Con el tiempo, los inversores y analistas tendrán que evaluar los riesgos relacionados con el cambio climático de la misma manera que lo hacen con los riesgos de crédito, de mercado o de financiación o liquidez.

Como factor de riesgo, el cambio climático ha pasado recientemente a formar parte del pensamiento de los reguladores bancarios y de los propios bancos. A principios de abril, el regulador financiero nacional de Francia (Autorité de Contrôle Prudentiel et de Résolution, ACPR) y la Prudential Regulatory Authority (PRA) del Banco de Inglaterra volvieron a hacer hincapié en esta cuestión.

El exhaustivo informe de la ACPR sobre los riesgos del cambio climático a los que se enfrentan los bancos franceses incluye recomendaciones para la adopción de nuevas medidas. La PRA emitió una Declaración de Supervisión con los planteamientos para manejar los riesgos financieros del cambio climático, afirmando ser el primer regulador en el mundo en publicar dicha guía de supervisión para sus bancos. Los principales reguladores financieros de los bancos centrales de España y de Holanda, así como el BCE, también han destacado recientemente la importancia de este riesgo.

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En general, Europa ha asumido un papel de liderazgo a la hora de proporcionar orientación reguladora a los bancos sobre los riesgos del cambio climático (en comparación con Estados Unidos). Esto debe reconocerse como un aspecto positivo de la regulación bancaria de la UE.

Riesgos del cambio climático: físicos y de transición 

La taxonomía de los riesgos del cambio climático -propuesta originalmente por el Banco de Inglaterra en 2015- identifica dos categorías de riesgo relacionadas para los bancos: riesgo físico y riesgo de transición. El riesgo físico se refiere a las pérdidas directas causadas por fenómenos climatológicos. Puede tratarse de un riesgo crónico, como el aumento de las temperaturas o del nivel de los océanos, que puede afectar progresivamente a la productividad de un sector determinado (por ejemplo, la agricultura), o del riesgo de que se produzcan fenómenos meteorológicos extremos que provoquen la destrucción de bienes inmuebles y otros activos físicos, que afectan a los prestatarios privados y comerciales, así como a los activos que se presentan como garantía o aval.

El riesgo de transición, que se considera más amenazador, se deriva de las consecuencias financieras de una transición repentina e inesperada a una economía baja en carbono para contener el calentamiento global. Esto podría dar lugar a una fuerte depreciación de los activos de determinados sectores (por ejemplo, las reservas de petróleo), la reducción del uso de bienes de consumo intensivos en carbono, o el aumento de los costes de producción derivado de los nuevos impuestos energéticos o de los precios del carbono. Es especialmente relevante debido a la necesidad de mantener el aumento de la temperatura en este siglo muy por debajo de los 2ºC contemplado en el Acuerdo de París de 2015 y, eventualmente, la neutralidad del carbono. Un estudio reciente del banco central holandés advierte que, en un escenario de estrés por una transición perturbadora hacia una economía con bajas emisiones de carbono, los activos agregados de las instituciones financieras holandesas podrían disminuir en un 11%.

Sam Theodore, analista de Scope Insights

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