Parques nacionales marinos, alternativas ecológicas para el veraneo griego

El típico veraneo en Grecia consiste sobre todo en tumbarse en alguna playa de las Cícladas, bañarse en sus aguas[…]

El típico veraneo en Grecia consiste sobre todo en tumbarse en alguna playa de las Cícladas, bañarse en sus aguas turquesas y olvidarse de todo y todos. Pero con 6.000 islas y 16.000 kilómetros de costa, Grecia tiene más alternativas, como ver de cerca a la foca monje o a la tortuga boba en sus parques marinos.

El más antiguo de los dos es a su vez el más extenso de toda Europa, el Parque Nacional de Alónnisos y las Espóradas Septentrionales, un área marina protegida en el Egeo de algo más de 2.000 kilómetros cuadrados y uno de los últimos reductos de la foca monje (monachus monachus) en el Mediterráneo.

El segundo es el Parque Nacional Marino de Zante, en el mar Jónico, uno de los principales puntos de anidación en el Mediterráneo para la tortuga marina caretta caretta.

La isla de Alónnisos forma parte de un archipiélago de varias islas, situadas en el Egeo central, que conforman las Espóradas Septentrionales y constituye el corazón de este gigantesco parque.

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En este archipiélago se encuentra el mayor asentamiento de foca monje de Europa. Dos terceras partes de toda la población de este mamífero, una de las especies más amenazas del Mediterráneo, encuentra aquí su hábitat.

El parque nacional fue fundado en 1992 y abarca Alónnisos, parte de Skópelos, así como seis islas menores y 22 islotes, todos deshabitados, lo que los convierte en un entorno de relativa calma para otros habitantes marinos como delfines, orcas o incluso cachalotes; santuarios para aves como el halcón, el águila perdicera o el cormorán moñudo.

Avistar una foca monje desde un bote no es fácil, hay que tener suerte, pues son muy tímidas y suelen esconderse en cuevas de algunas de las islas deshabitadas del parque. Aquí encuentran la tranquilidad necesaria para, una vez al año, dar a luz sus crías.

Con suerte se las puede ver también asomar la cabecilla del agua mientras se navega con máxima cautela y mínima velocidad por las aguas protegidas.

A diferencia de las islas del sur del mar Egeo, Alónnisos es una isla verde y su arquitectura nada tiene que ver con los pueblos blancos de las Cícladas.

Muchos de los edificios tradicionales de la capital quedaron devastados en el gran terremoto ocurrido en 1965, por lo que muchas de las construcciones son posteriores, si bien en parte se intentó mantener el estilo.

Al otro lado de la plataforma continental griega, en el mar Jónico, se encuentra el segundo parque, el de Zante, isla conocida por playas magníficas, como la de Navagio, famosa por el barco que en 1983 quedó varado en la arena y desde entonces decora una de las postales más conocidas de Grecia.

Además de albergar un parque natural marino y buenas playas, Zante tiene en común con Alónnisos una arquitectura diametralmente opuesta a la de las Cícladas, fruto de su colonización por los venecianos que le pusieron el apodo de 'la Flor de Levante', su naturaleza verde y el haber vivido un devastador terremoto, en 1953, que acabó con buena parte de las mansiones neoclásicas.

El parque marino de esta isla abarca 135 kilómetros cuadrados en el área de la Bahía de Laganás, situada en la parte sur de la isla y comprende un conjunto de seis playas en un circuito de mas de 5 kilómetros.

Allí se puede hacer turismo con toda normalidad, pero se está sujeto a una serie de limitaciones que, por desgracia para los conservacionistas, no siempre se cumplen.

Todos los años, entre junio y agosto, las tortugas vuelven a su lugar natal para desovar. En esta bahía, son unas 1.200 al año.

El parque ha impuesto una serie restricciones que son más o menos estrictas en función de la zona de la bahía. En todo el área está prohibida la pesca; en las zonas más sensibles el uso de botes o acudir a la playa después de la puesta del sol.

Después de todo, solo una de cada mil tortugas alcanzan la edad madura.

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