Zaplana: la ambición hecha política

En su última aparición pública, el pasado 16 de abril, Eduardo Zaplana Hernández-Soro (Cartagena, 1956) reivindicaba su «legado». Pese a[…]

En su última aparición pública, el pasado 16 de abril, Eduardo Zaplana Hernández-Soro (Cartagena, 1956) reivindicaba su «legado». Pese a estar retirado una década de la política, el que fuera ministro de Trabajo y portavoz a las órdenes de José María Aznar seguía manteniendo su capacidad de convocatoria en la Comunidad Valenciana, que gobernó entre 1995 y 2002.

Aquel día el salón de actos del Ateneo Mercantil de la capital del Turia se quedó pequeño. Todavía tiene sus fieles. Allí estaban cargos de su época y otros dirigentes actuales. Entre ellos, diputados nacionales, autonómicos y concejales del PP. También parlamentarios de Ciudadanos, empresarios y periodistas.

Un mes más tarde, Zaplana ha sido detenido en la misma ciudad en la que estableció su residencia, a escasos metros del camino que lleva al Palau de la Generalitat, al que accedió en 1995 gracias a un pacto con la extinta Unión Valenciana. A Zaplana se le había quedado pequeño Benidorm, cuya Alcaldía había alcanzado cuatro años antes gracias a una moción de censura que apoyó la tránsfuga Maruja Sánchez. En aquella época el nombre de Zaplana apareció vinculado al llamado caso Naseiro. La nulidad de las escuchas de una comprometedora conversación en la que hablaba de sus objetivos en política le permitió salvar la primera bola de partido.

Al igual que sucedió con Benidorm, a Zaplana, un político ambicioso capaz de controlar todos los resortes de la Administración autonómica, el Palau de la Generalitat no cubría todas sus expectativas y acudió a la llamada de Aznar, que le nombró ministro en el verano de 2002. Zaplana formó parte del Gobierno hasta 2004.

En el camino dejó la presidencia del PP valenciano en manos de Francisco Camps, quien no aceptó la tutela impuesta desde la distancia por Zaplana, lo que provocó un enfrentamiento irreconciliable pese al que los populares lograron amasar sucesivas mayorías absolutas a pesar del goteo de causas judiciales que afectaron a la formación y que han acabado con antiguos dirigentes (Rafael Blasco, Carlos Fabra y Milagrosa Martínez) en la cárcel.

Un 29 de abril de 2008, hace ahora diez años, cuando era portavoz del PP en el Congreso, dejó la política y pasó el ámbito privado con una consultoría.

Eduardo Zaplana, que había sorteado el cerco de la corrupción que ha asolado en la última década al PP valenciano, ha escrito su epílogo un martes de mayo con su detención en el marco de una operación por presunto blanqueo de capitales y delito fiscal.

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