Popular afronta su última oportunidad

La gestión de las provisiones del banco, el lastre de sus activos inmobiliarios y la compra de Pastor explican la delicada situación a la que ahora se enfrenta

La crisis protagonizada por Banco Popular durante los últimos meses vivirá su particular vía crucis cuando vuelva a acudir al mercado para pedir miles de millones de euros con los que pueda fortalecer su capital. Será la cuarta ampliación solicitada por la entidad en los ocho últimos años -la segunda en menos de 12 meses- después de la operación que realizó por 2.500 millones en junio de 2016. El grupo intentará salir así de la deriva en la que se ha embarcado y ante la que no encuentra una solución definitiva.

Fue el nuevo presidente, Emilio Saracho, quien apuntó la posibilidad de esa ampliación en la última junta de accionistas. Y el mercado da por hecho que será así, porque no le queda otro remedio. «El importe será posiblemente superior a los 2.500 millones de la anterior», señala Ignacio Cantos, analista de ATL Capital. «Debe ser así tanto si el banco sigue en solitario, para estar fuerte, como si al final se integra en otra entidad, para tener capacidad de negociación», afirma este experto.

Pero antes, tiene que aclarar sus propias cuentas. A nadie le pillará por sorpresa porque Popular ya admitió a principios de abril que había detectado insuficiencia en sus provisiones por 694 millones. Se trataba de un desajuste relacionado con créditos dudosos, garantías o líneas de financiación reformuladas. Ante este cúmulo de acontecimientos, los expertos bursátiles no se extrañan de que sus acciones se hayan dejado un 70% de su valor en el último año y de que cada uno de sus títulos apenas valga 67 céntimos.

Aún así, lo peor puede estar por llegar. El nuevo equipo directivo, con Ignacio Sánchez-Asiaín como consejero delegado, está auditando escrupulosamente todas sus cuentas para ofrecer al mercado una «claridad» de la que hasta ahora no han hecho gala, tal y como reconocía el que también fuera responsable de Kutxabank esta misma semana. «Hay una falta de cuantificación», tanto de las provisiones necesarias para cubrir ese lastre como de lo que genera la actividad puramente bancaria. «No hemos sido capaces de explicarnos de forma coherente», indicó. A pesar de que ha hecho un «esfuerzo» de 25.717 millones en provisiones desde el año 2007.

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Aun teniendo en cuenta esta abultada cifra, las dotaciones parecen haber sido insuficientes. Ese ha sido uno de los talones de Aquiles para la corporación._Por cada reserva nueva que anunciaba -y que parecía ser la definitiva-, a los pocos meses tenía que anunciar otra dotación. Solo en 2016 guardó 5.692 millones, lo que le llevó a reconocer unas pérdidas finales de 3.485 millones.

'Ladrillo' de 35.700 millones

El banco también arrastra una pesada mochila llamada 'ladrillo' desde que comenzó la crisis. «Nos embarcamos en ese mercado en un momento desafortunado, al final del ciclo alcista», admite Sánchez-Asiaín. Hasta el año pasado tenía una cartera de improductivos de 35.675 millones, de los que 16.000 corresponden a dudosos. «Con este bagaje, ninguno de los posibles bancos interesados en Popular entrarán en él», dice Ignacio Cantos.

Sus registros se encuentran completamente distanciados con respecto a la realidad del sector bancario español. El nivel de activos con riesgo (NPA) con respecto al total es del 25%, frente a la media del 11,5% del mercado. Y su tasa de cobertura -créditos morosos protegidos por las provisiones- es del 45,5%, tres puntos menos que el resto.

Estos ratios muestran el resultado de no haberse deshecho de todo el lastre inmobiliario una década después de que la recesión comenzara a amenazar a la economía. En pleno cénit del 'ladrillo', la entidad se quedaba con importantes activos en muchas de las operaciones que se planteaban en el mercado, mientras que el resto de bancos ya se iban retirando. La firma presidida entre 2004 y 2016 por Ángel Ron pensaba que la crisis no sería tan grave y que en pocos años rentabilizarían esas adquisiciones, explican fuentes del sector financiero. No fue así.

La acumulación de factores negativos también le llevó a adquirir Banco Pastor en 2012, en plena reestructuración bancaria. Aunque la dirección se ha mostrado satisfecha con esa operación, en realidad supuso otro yugo. Cuando lo compró, Banco Popular calculaba que le generaría un colchón de 418 millones a su favor. Pero después tuvo que limpiar más de 3.300 millones de la entidad gallega. Y pagó 1.246 millones en títulos por un banco cuyo valor neto era de -500 millones.

El banco tiene una verdadera «indigestión» -tal y como reconoce Sánchez-Asiaín- de la que podría recuperarse, pero no será ni rápida ni ligeramente. Cuando la dirección aclare sus dos negocios -'ladrillo' y el puramente bancario-, el mercado recibirá una primera señal. Después llegaría la ampliación. «Va a ser una tremendamente dolorosa a corto plazo, pero fructífera a largo», afirma Rodrigo García, analista de XTB. Y a pesar de la desbandada de inversores que vendieron sus títulos cuando Saracho anunció su intención, las acciones «volverán a caer aún más». Habrá que ver hasta dónde aguantan accionistas e inversores.

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