Ryan Gosling y Russell Crowe, graciosos a todo ritmo

A la espera de que rompa la sección oficial a concurso con alguna de esas películas que te dan ganas[…]

A la espera de que rompa la sección oficial a concurso con alguna de esas películas que te dan ganas inmediatas de verla otra vez, hay que ir entreteniéndose con lo que hay por los alrededores, como la que trajeron Ryan Gosling y Russell Crowe, «Dos buenos tipos», un policíaco cargado de sarcasmo que se podría haber titulado, en realidad, «Dos buenos actores», pues si le quitas a Gosling y Crowe se le va toda la gracia por el boquete que dejan. Y en especial, Gosling, que interpreta a un detective en la línea justa donde acaba el encanto y comienza la ineptitud, y que para resolver un complicado caso de una joven desaparecida tiene que aliarse con un matón que interpreta Russell Crowe un poco al estilo de Bud Spencer. Muy divertida, rápida, sin miedo a pasarse en el acelerón y en la frenada?, en fin, uno de esos productos que el crítico recién levantado despreciará, entre otras cosas porque mira a la taquilla con la fijación de una lechuza. Sin esconder su trivialidad, ofrece una enorme bandeja llena de buenos diálogos y de ese saludable ejercicio de reírse de dos grandes y profundos actores de sí mismos.

En la competición hubo al menos una sorpresa, y es la grata presencia del actor Alex Brendemûhl en la película francesa «Mal de pierres», de Nicole García, un telenovelón de época sobre los amores desquiciados de Gabrielle, personaje muy pasado de rosca que interpreta con todo el encanto que le sustrae la cámara Marion Cotillard. Lo mejor es la interpretación de Brendemûhl, cuyo personaje además tiene que cargar con el matrimonio con esa mujer plasta que lo desprecia y que se enamora, pero mucho y a lo tonto, del primer cursilón que se le cruza? Hay un puntito Perales en la historia, con el ahora me muero de amor por el profe mantecosito, ahora me muero de amor por el soldado herido en la guerra, que interpreta Louis Garrell con ese gesto tan suyo como de arcadita de bilis? Tiene cierto interés la visión de la directora, Nicole García, del personaje de José (Brendemûhl), exiliado de la guerra y españolazo íntegro y capaz de darle una salida digna (también un poco en balada de Perales, pero digna) a este relato tan amargo, y consigue algo de simpatía hacia el personaje ridículamente romántico de Cotillard.

La otra en competición fue «American Honey», de la británica Andrea Arnold, que se ocupa, como en aquella «Fish Tank», de una jovencita solitaria que deja su hogar (por llamarlo de alguna manera) y se une a un equipo de jóvenes vendedores de puerta en puerta. La película, como el equipo, vende más bien humo, y se limita a ser una inacabable «road movie», con inacabables escenas de alegría y farra juvenil en un autobús, en la carretera o en una explanada, y con una descripción sin mayores profundidades de la variada fauna que compone el equipo, que entre todos reúnen un sesenta o así de coeficiente mental. Rutina de viajes, rutina de vida, rutina de engaños para vender la suscripción a unas revistas que nadie lee y rutina de relaciones entre los personajes, que beben, fuman y parlotean sin parar y sin decir nada? La peculiar relación entre la joven, que interpreta Sasha Lane, y el listillo del grupo, naturalmente Shia Labeouf, le pone algo de picante al guiso, junto a la música, la variedad de tatuajes y esa sensación de peligro inminente que producen los moteles y los tipos de motel de las películas americanas. Se acaba a las tres horas, pero podría haber durado fácilmente otras cinco o seis más. Pero lo bueno del Festival de Cannes es que sabes que la próxima, o la próxima de la próxima, será una obra maestra.

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