El inversor también es humano

El Ibex ha coqueteado con los 12.000 puntos prácticamente sin dinero del inversor final, del minorista, del particular. No hay[…]

El Ibex ha coqueteado con los 12.000 puntos prácticamente sin dinero del inversor final, del minorista, del particular. No hay más que ver los bajos volúmenes y la carrera de relevos entre los grandes valores (un día tira Telefónica, otro día los grandes bancos, otro alguna inmobiliaria...), para comprender que buena parte de esta carrera alcista de la bolsa española desde los mínimos de marzo ha sido posible porque los grandes cuidadores del mercado, los auténticos pastores del Ibex, han hecho su trabajo a la perfección. Sin olvidar que somos una bolsa no sólo pequeña, sino también la más latinoamericana de nuestro entorno. Y la buena marcha de la economía latinoamericana ha facilitado las cosas a nuestros grandes e internacionales valores.

Pero el inversor final sigue sin aparecer. En parte, porque no se fía del entorno. Aún ve muchas nubes en la recuperación mundial, en los balances bancarios, en un mercado inmobiliario que no termina de sanear su burbuja de precios y, particularmente, en una economía doméstica retrasada y, además, lastrada por la que amenaza con convertirse en la peor clase política de nuestra reciente historia democrática: Un Gobierno torpe y titubeante, al que además estimula poco una oposición más ocupada en lavar trapos sucios (y eso que apenas han aparecido los primeros) que en hacer auténtica labor de oposición.

El inversor también es humano y seguramente, aunque confíe en la recuperación económica internacional, tiene un temor muy personal ante el torpe devenir de la economía española. Porque puede afectarle muy personalmente: el desempleo no deja de crecer, las quiebras de autónomos y Pymes no paran, la financiación bancaria sigue seca... Nadie está a salvo. Incluso quienes tienen liquidez prefieren reservarla, aunque sea a bajas rentabilidades (total, con la inflación en negativo, hasta un simple fondo monetario sirve para mantener más que de sobra el poder adquisitivo de nuestro dinero), que invertirla en productos que impliquen el más mínimo riesgo. Y lo hace más por desconfiar en su futuro económico personal que por no creerse la recuperación bursátil.

Aunque también ésta hay que tenerla en cuarentena: probablemente los cuidadores del mercado sigan haciéndolo bien y cerrarán un año aceptable, en torno a los niveles actuales. Pero el 2010 va a ser muy complicado. Ahí va un vaticinio, tomado tras mezclar los muchos que he escuchado estos días: un primer tramo del año moderadamente alcista pero con fortísima volatilidad, y un nuevo recorte en torno a marzo o abril. Aunque, como diría Groucho, "estos son mis principios; si no les gustan, tengo otros"... La mayoría de los analistas están de acuerdo en que, desde hace tiempo, cualquier previsión puede caducar en cuestión de días. También aquí hay mucha volatilidad.

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