El futuro llama a la puerta de la inversión

El mundo de la inversión se adentra en un momento de cambios. El panorama al que tendrán que hacer frente los inversores del futuro será muy diferente al que estamos acostumbrados

El mundo de la inversión se adentra en un momento de cambios. El panorama al que tendrán que hacer frente los inversores del futuro será muy diferente al que estamos acostumbrados. Por esta razón, es importante conocer cuáles serán las diferentes fuerzas económicas y disruptivas que conformarán el escenario económico del mañana. En este sentido, desde Schroders hemos identificado las siguientes verdades incuestionables para la próxima década:

Durante la próxima década diferentes fuerzas económicas influirán en una ralentización de la economía global. Veremos un menor crecimiento de la mano de obra global y de la productividad, la población seguirá envejeciendo, China será cada vez más relevante en el mundo y todo esto sucederá en un contexto de inflación y tipos de interés reducidos.

Si bien el panorama que describimos se parece al que venimos observando desde la crisis financiera global, la principal diferencia de cara a los próximos años es que ya no contaremos con las ventajas derivadas de unas políticas monetarias ultra acomodaticias. Y a medida que los tipos de interés vuelvan a niveles normales y la expansión cuantitativa llegue a su fin, los inversores se centrarán más en la fiabilidad de los beneficios empresariales conforme aumente la volatilidad en los mercados. Hay que tener en cuenta que el mero hecho de que el crecimiento del PIB vaya a ralentizarse en el futuro no implica necesariamente que el crecimiento de los beneficios empresariales vaya a ser inferior. Asimismo, las rentabilidades vistas en años anteriores en los índices difícilmente volverán a repetirse y es aquí donde cobra vital importancia la gestión activa, un factor determinante para generar alfa.

En cuanto a las tendencias disruptivas, en primer lugar observamos cambios en los patrones de financiación, donde creemos que surgirán nuevos actores más allá de los bancos. Así, los mercados de deuda corporativa, de capital riesgo y los métodos alternativos, adquirirán mayor relevancia.

La disrupción tecnológica provocará cambios en los modelos de negocio y solo las firmas que sepan adaptarse a este nuevo panorama saldrán airosas. Por otro lado, el creciente uso de la robótica y la inteligencia artificial afectará a una gama de profesionales amplia lo que podría agravar los problemas de desigualdad y, posiblemente, conllevar una disrupción política aún más marcada. Otro gran desafío para la próxima década es el cambio climático y las medidas que se implementen para evitar los efectos más graves de este fenómeno, que también tendrán que ser necesariamente disruptivas.

Finalmente, el mundo de la política no escapa de la vorágine del cambio. La combinación de factores como el envejecimiento de la población, que conllevará un incremento del gasto en pensiones y mayor demanda de atención sanitaria, unido a unas perspectivas económicas no tan optimistas, dificultarán que los gobiernos puedan cumplir las expectativas de sus votantes. El descontento ciudadano podría alimentar los movimientos populistas y traducirse en políticas restrictivas con el objetivo de mitigar los efectos de la globalización en todos sus ámbitos.

Este nuevo universo refleja un futuro más complejo donde factores como la asignación de activos, el acceso a múltiples fuentes de rentabilidad, la selección activa de valores y la gestión del riesgo resultarán fundamentales de cara a cumplir los objetivos de los inversores durante la próxima década. En este entorno, tener en mente estas verdades incuestionables puede contribuir a guiar a los inversores en un periodo de disrupción sin precedentes.

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