El capital riesgo se reinventa: a la fuerza obligan

Los asistentes a las jornadas de capital riesgo organizadadas por CapCorp son desde ya firmes aspirantes a ganar el concurso[…]


Los asistentes a las jornadas de capital riesgo organizadadas por CapCorp son desde ya firmes aspirantes a ganar el concurso de caras largas de este año. En los dos días de ponencias no han recibido ni una sola buena noticia y posiblemente habrán ratificado todo aquello que ya sabían: que las cosas no pueden estar más difíciles y que de la banca, que hasta la crisis había servido a los private equity en bandeja la creación de valor con estructuras financieras que permitían apalacamientos de hasta el 80%, no cabe esperar nada de nada.

Toca reinventarse, renunciar a los bonus millonarios que generaban operaciones con períodos de maduración de menos de dos años y volver a los orígenes, que no son otros que coger el capote de brega y crear valor sin ingenieria financiera.

Para lo último hará falta mucha paciencia. Hay que seguir comprando empresas, pero en su precio y generar sinergias, ebitda, cash flow y oportunidades de consolidación en el sector de la compañía en cuestión. Ahí es nada para un sector que se había acostumbrado en el último quinquenio a la operación chollo, pagando altos múltiplos a sabiendas de que podrían dar el pase a al inversión a otros múltiplos sensiblemente más altos. Ahora, todo es oscuridad.


La banca casi no presta -lo poquito que hay es para los mejores clientes y de los nuevos que se acercan ni hablamos-, la sindicación de préstamos ha muerto y los grupos industriales amenazan con llevarse el gato al agua en los procesos competidores por su caacidad financiera y para generar sinergias.

Pero hay mucho más alrededor del negocio del capital riesgo que está obligado a reinventarse, seguramente más aún. Al fin y al cabo, al personal de los fondos le bastará con cambiar la mentalidad y hacer lo de toda la vida hasta la eclosión del crédito más barato imposible. Así lo han admitido firma nacionales como Ibersuizas, Mercapital y N 1, las tres más grandes junto a Magnum, e intenacionales del peso de Candover, CVC, The Carlyle Group y 3i, entre otras.

Pero ¿qué ocurre con los asesores y con los intermediarios? Los primeros reconocen que su papel se complica, y mucho. Deben convencer a sus clientes de mantenerse en procesos de venta farragosos y muy largos, a veces con una duración de hasta nueve meses. Procesos en los que mantener a la vez la competitividad y la confidencialidad a la vez resulta vez más complejo. Los asesores deberán tener conocimiento sectorial y acompañar a sus clientes a los procesos de compra con ideas y argumentos que no sean única y exclusivamente la obtención de rentabilidades de dos dígitos en tiempo récord.

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Respecto a los intermediarios, sólo decir que han pasado del cielo al infierno en tiempo récord. Se acabaron esas subastas hipercompetitivas en las que los potenciales compradores se enfrentaban a cuadernos de venta mutilados que obligaban a hacer continuos actos de fe y en los que los encuentros con los directivos de las empresas que se vendían erán testimoniales o sencillamente inexistentes. Se acabaron aquellos precios de salida abusivos que dejaban en el bolsillo de los satélites del sector comisiones extraordinarias a cambio de -muchas más veces de las deseadas- un servicio de segunda división.


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¿Y los vendedores? La vida ha cambiado, y mucho. Ni pueden exigir los múltiplos de sus comparables en bolsa, que se han desplomado, ni al paso que van las cosas van a poder dejar de participar en la financiación de la venta de las empresas. ¿Cómo? Aceptando cobrar en un segundo o tercer plazo parte del importe de la operación para permitir a los private equity generar en ese plazo el cash que hoy no pueden obtener de los bancos. Esto es lo que hay y lo que ha oído el sector de banqueros de inversión, asesores y fondos de capital riesgo en los dos últimos días. Las caras largas no pueden estar más justificadas.

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