San Marcos: el castillo que devoraba las bombas

Año 1702. El gobernador inglés de Carolina, James Moore, ha desembarcado con 1.200 hombres cerca de san Agustín, capital de[…]

Año 1702. El gobernador inglés de Carolina, James Moore, ha desembarcado con 1.200 hombres cerca de san Agustín, capital de la Florida española, y la población ha tenido que refugiarse a toda prisa en el próximo e imponente Castillo de San Marcos. Moore no pierde el tiempo. Instala sus cañones frente al Castillo, y a su orden vomitan estos su primera andanada, suficiente, piensa, para derribar los gruesos muros. Pero no pasa nada. Los muros, parecen «tragarse» las bombas, y por más que disparan las baterías, el resultado es el mismo. Las balas, simplemente desaparecen al impacto con las murallas.

Treinta años antes, el Rey de España había ordenado erigir un bastión sólido para defender su posesión de Florida, porque las colonias británicas de Carolina y Georgia crecían en número y agresividad, amenazando la posesión española. La construcción del fuerte o Castillo de San Marcos, en la periferia de la ciudad de San Agustín, duró quince años y costó 138.000 pesos, sufragados por el rico virreinato mexicano. El Castillo presentaba una planta cuadrada, con sobresalientes y agudas esquinas, un diseño que ya había demostrado su eficacia en otras ciudades costeras españolas de ultramar.

Pero lo más relevante fue el material empleado en su construcción. Desechada la madera por su fragilidad, y a falta en Florida de canteras de piedra y de cal, se recurrió a la coquina, la concha de un molusco bivalvo del que había ingentes reservas en la vecina isla Anastasia. Mezclada con agua y arena, haría las veces de la piedra y la cal, aunque algunos de los ingenieros participantes recelaron de la consistencia de unas paredes levantadas con un material tan poco fiable y endeble como la coquina. No podían adivinar lo errado de su apreciación, ni el inusitado comportamiento que habría de tener ese material ante los ataques.

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Ante los cañonazos de Moore, la coquina demostró por primera vez su extraño poder defensivo. De haber sido piedra, sometidos a intensos cañones, los muros hubieran saltado hechos añicos y pronto se hubieran abierto huecos en las fachadas, por donde hubieran penetrado los ingleses. Pero en lugar de oponer resistencia física, la coquina absorbía las balas de cañón. Se trataba de un material poroso, muy duro, pero de consistencia esponjosa, que no rechazaba las balas, sino que literalmente se las «tragaba». Era como bombardear una esponja o, en los tiempos actuales, una superficie de poliestireno expandido, el popular corcho blanco o «forespán». Las gruesas bombas se quedaban dentro de las paredes, y tras 53 días de infructuosos bombardeos, James Moore tuvo que retirarse con sus hombres.

El siguiente ataque se produjo cuarenta años después, a cargo esta vez del gobernador de Georgia James Oglethorpe. Harto de que la Florida española pusiera coto a sus aspiraciones territoriales, y de que los esclavos de sus plantaciones se fugaran para hacerse libres en el territorio español, libre de esclavitud, decide pasar al ataque. Con 2.000 hombres irrumpe sobre La Florida, asola las misiones y saquea la ciudad de San Agustín, cuyos habitantes se acogen de nuevo a la protección del fuerte de San Marcos. El gobernador Manuel de Montiano preparó la intendencia para el que preveía largo asedio, decretando medidas estrictas de higiene y alimentación, y manteniendo la moral de los numerosos refugiados, que esperaban que de un momento a otro saltaran los muros del fuerte y entraran los ingleses.

Eficacia defensiva

Pero no ocurrió así, porque la coquina volvió a demostrar su curiosa eficacia defensiva, absorbiendo como manteca una detrás de otra las balas de cañón. Oglethorpe confiaba en que le llegaran refuerzos de la Jamaica inglesa, pero lo que arribaron fueron seis barcos españoles enviados desde Cuba, cuando tuvieron noticias del asedio inglés. Oglethorpe hubo de levantar su campamento a toda prisa, llevando el amargo sabor de la derrota tras treinta días de inútil asedio. Una vez más, la modesta coquina había salvado el honor español y la presencia de España en La Florida.

Eso sí, los raids ingleses destruyeron la inmensa labor misionera de los franciscanos. Asaltaron las misiones y capturaron a los indios para llevarlos como esclavos a sus plantaciones de Jamaica. Hoy, el Castillo de San Marcos es uno de los monumentos más visitados de EE.UU., y sobre sus muros continúa ondeando la bandera española de Borgoña. Oficialmente se le denomina Castillo de San Marcos National Monument, y la página web de su organismo gestor, el National Park Service, reza lo siguiente: «Estas paredes originales, en las que todavía resuenan las luchas del pasado, son testimonio tangible de la historia, a la vez dura y extraordinaria, de EE.UU.».

Así pues, la humilde coquina salvó para España La Florida. Hasta el año 2055, Estados Unidos no habrá igualado el tiempo que la bandera de España ondeó sobre La Florida.

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