Los espíritus de Victor Hugo

Tras rechazar el golpe de Napoleón III, Victor Hugo se exilió en la isla británica de Jersey, donde permaneció varios[…]

Tras rechazar el golpe de Napoleón III, Victor Hugo se exilió en la isla británica de Jersey, donde permaneció varios años. Vivía allí con su mujer y sus hijos cuando recibió la visita en 1853 de su antigua amiga Delphine de Girardin, mujer del magnate de la prensa y aficionada al espiritismo.

El escritor era escéptico, pero Delphine le convenció para someterse a la experiencia. En las cuatro primeras sesiones, no sucedió nada, por lo que Victor Hugo no ocultaba su enojo. Pero en la quinta cita la mesa que había llevado su amiga empezó a golpear contra el suelo y el autor de Los miserables pudo contactar con su querida hija Leopoldine, fallecida diez años antes al caerse de una barca mientras paseaba por el Sena.

En días sucesivos, Victor Hugo habló con Jesucristo, Platón, Mozart, Shakespeare, Molière, Galileo, Napoleón y otras figuras históricas. En su conversación con Aníbal le pidió que enumerara las legiones romanas que había derrotado y el caudillo cartaginés lo hizo sin titubear. También interpeló a la Muerte para preguntarle sobre la inmortalidad literaria. El contenido de estas experiencias de ultratumba está recogido en un libro titulado Lo que dicen las mesas parlantes, publicado en nuestro país hace dos años. Muchos de sus contemporáneos se tomaron a broma la pretendida credulidad de Victor Hugo, pero otros autores como Conan Doyle y Dickens defendieron la autenticidad de esos contactos con el más allá. Conan Doyle también practicaba el espiritismo y, en una ocasión, pudo ver a su madre fallecida con absoluta nitidez. Había cinco testigos que confirmaron la visión.

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Soy escéptico sobre la posibilidad de comunicarnos con el más allá, pero creo que la mente humana tiene un poder que trasciende de la capacidad de raciocinio. Por ello, siempre he pensado que algunos escritores como Dostoievski o Thomas Mann tenían una especie de sexto sentido para captar realidades que a otros se nos escapan.

Victor Hugo amaba con locura a Leopoldine y sólo aceptó separarse de ella a regañadientes cuando decidió casarse. Su ahogamiento le dejo deprimido durante muchos meses, por lo que parece obvio que el espiritismo le ofrecía la posibilidad de reencontrarse con su preciada hija.

Hay ocasiones en las que los sueños y las fantasías se nos antojan más consistentes que la realidad que perciben los sentidos. Y sobre ese material trabaja el creador, que da vida a esos demonios interiores que le agitan y le empujan a escribir.

La literatura realista del siglo XIX se afanó en pasar un espejo sobre la sociedad, como subrayaba Marx, pero si profundizamos en la obra de autores como Balzac o Dickens no es difícil percibir esos fantasmas que les dominaban en la creación de personajes tortuosos y malvados que parecen la reencarnación del diablo como el Vautrin de La Comedia Humana. Quizás no andaba tan descaminado Victor Hugo al buscar en los espíritus lo que había perdido en la vida.

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