La viabilidad (o no) que tendría una renta básica para todos los ciudadanos

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En una nueva realidad digital que reúne tantas promesas como incertidumbres, el impacto de la mecanización y la robotizacion sobre el empleo no es una inquietud precisamente menor. La posibilidad de que millones de trabajadores queden apartados del mercado laboral ha reabierto un viejo debate, el de la renta básica universal, es decir, la concesión de una asignación económica a cualquier persona por el simple hecho de existir. En España, el Congreso debatirá el jueves una iniciativa legislativa popular (ILP) de prestación de ingresos mínimos de 426 euros sin tiempo límite para las familias sin recursos, impulsada por los sindicatos.

La idea de la renta universal se vincula a posiciones políticas «progresistas», pero también ha sido una de las protagonistas del Foro de Davos, la cita anual de las élites empresariales. Y hace un par de años, un millar de científicos y académicos entre los que se encontraban personalidades como Elon Musk o Stephen Hawking, ya rubricaron una carta advirtiendo de los efectos de la «revolución 4.0» sobre el empleo. Que las voces de alarma lleguen desde Sillicon Valley, la meca de la alta tecnología, da especial verosimilitud a la amenaza. Pero otros expertos que huyen de visiones apocalípticas y aseguran que la robotización, más que pulverizar el empleo, generará nuevos y mejores trabajos. David Ruiz de Olano, director de Programa de Deusto Business School, considera que, a corto plazo «la digitalización creará nuevos puestos de trabajo, pero no va a compensar los que destruya». Sin embargo, Rafael Pampillón, economista de IE Business School, asegura que «la historia demuestra que las revoluciones tecnológicas se saldan siempre con mayor empleo y en sectores más punteros. No creo que la robótica acabe desplazando a tanta gente. Algunos sectores sufrirán, pero habrá mayor productividad y más crecimiento económico».

Los expertos creen que gravar el uso de robots supondría «un impuesto a la innovación»

Algunos estudios han tratado de poner cifras en el debate. La Universidad de Oxford vaticina que el 47% de las ocupaciones van a desaparecer por la digitalización, lo que se traduce en un impacto de 2.000 millones de desempleados en todo el mundo para 2030. Otro informe del Banco de Inglaterra (de 2015) alerta de que la automatización de tareas producirá 15 millones de parados en Inglaterra, 80 en EE.UU. y 9,8 en España. Sin embargo, un estudio de Randstad («La digitalización: ¿crea o destruye empleo») estima que la digitalización generará 1.250.000 empleos en España en los próximos cinco años si se adoptan medidas formativas.

Experiencias

Si se acepta que la robotización supondrá un tsunami laboral, se abre el debate sobre cómo amortiguar su impacto. Y ahí surge la renta básica universal. Un concepto que no es nuevo. Se empezó hablar de él ya en el siglo XIX. Y existen varias experiencias por el mundo en Canadá, India, Kenia... Finlandia ha sido pionera con la implantación de un programa piloto que durará dos años, y en el que 2.000 ciudadanos recibirán desde este mes 560 euros al mes solo por existir. «Se están llevando a cabo experimentos en comunidades pequeñas para conocer los efectos que puede tener. Se trata de recibir un dinero de forma individual, independientemente de la situación en la que uno se encuentre y que no esté condicionado a ninguna obligación», explica Ruiz de Olano. Y los resultados, comenta este profesor, «han sido positivos en algunos casos. En la India y Canadá ha conseguido mejorar la calidad de vida. Con lo cual se reduce el impacto sobre el sistema sanitario. La idea es que esta renta este ligada al empleo, que pueda ayudar a la persona a buscar un trabajo que le llene, e incluso animarla a emprender», explica Ruiz de Olano. «El problema en países como los mediterráneos, con una alta economía sumergida es que esta renta podría convertirse en un desincentivo al trabajo, porque se podría cobrar la ayuda y seguir dentro de esa economía sumergida», defiende Pampillón.

El 45% de los trabajadores españoles afirma que realiza un trabajo repetitivo que podría ser automatizado

En lo que existe mayor consenso es en que la fisonomía del mercado laboral cambiará radicalmente. Y la formación será el único asidero para sobrevivir en la marea digital. El mencionado informe de Randstad revela que existe una gran incertidumbre entre los trabajadores, ya que el 45% de los empleados españoles afirma que realiza un trabajo repetitivo que podría ser automatizado en el futuro. «Lo que se va a producir es una gran exigencia de cualificación, por eso los trabajadores no cualificados lo van a tener más complicado», dice Valentín Bote, el director de Randstad Research. Otro informe de la Consultora Estratégica VKMC advierte de «todo un contrasentido»: «Para 2030 tendremos los mayores niveles de productividad y eficiencia de todos los tiempos, con precios bajos y productos de calidad, pero la mitad de la población del mundo en edad de trabajar no tendrá un sueldo para poder consumir».

Solución rápida

Si esto no se soluciona rápido y no somos capaces de formar en el nuevo paradigma, se disparará el paro», vaticina Alberto García-Lluis Valencia, profesor de Senior Management Program in Digital Talent de ICEMD (Instituto de la Economía Digital de ESIC). «Muchas personas enfrentarán grandes dificultades para reubicarse en el mercado de trabajo y ello exige que se planteen modelos alternativos que puedan dar respuesta al incremento de las desigualdades y mantener la paz social», asegura el profesor Ignasi Carreras, director del Instituto de Innovación Social de Esade.

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Es en ese momento cuando entra en juego propuestas como la renta básica universal. O soluciones próximas. «No sé si será un sueldo o prestaciones, porque la renta básica universal no es una solución. Es tremendamente peligrosa. Mucha gente se va a conformar con vivir de ese salario y creará una situación de pasividad», estima García-Lluis Valencia. El debate está lleno de matices. Incluso el concepto aún parece por definir. Como comenta Ruiz de Olano: ¿Es para el individio o debe tener en cuenta la unidad familiar? ¿Debe ser temporal o sin límite de tiempo? ¿Sustituirá a otros beneficios sociales (por ejemplo, ayudas para el alquiler, subsidio por desempleo...)?

Y otro debate clave es cómo se financian estas ayudas. Algunos sectores propugnan una especie de
«impuesto al robot»,
es decir, que los propietarios de los robots que sustituyan a las personas sean responsables de pagar una seguridad social por ellos, IRPF así como asumir una responsabilidad legal por sus acciones. «Poner un impuesto a la innovación lo que consigue es desincentivar al emprendedor y al empresario para que no innoven», dice el profesor David Ruiz de Olan. El profesor Pampillón no ve asumible plantear una renta universal en un país con un déficit por encima del 3% y en el que aún hay que apuntalar el sistema de pensiones. «Una cosa es que un pequeño país como Filandia haga pruebas y otras es implantar ese modelo en España. Los experimentos, con gaseosa», concluye. Mientras la implacable marcha de los robot avanza silenciosa, el debate sobre su efecto y sus soluciones se agiganta.

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