La verdad sobre el policía negro que humilló al Gran Mago racista del Ku Klux Klan

Mientras otros agentes se hundían en la profundidad de los despachos de oficina, Ron Stallworth vivió en primera persona los[…]

Mientras otros agentes se hundían en la profundidad de los despachos de oficina, Ron Stallworth vivió en primera persona los estragos de una de las épocas más agitadas en Estados Unidos. Ajeno al honor de ser el primer agente negro en el Departamento de Policía de Colorado Springs, además del más joven, decidió ir un paso más allá, y humillar a una histórica organización racista que se resisitía al Movimiento por los Derechos Civiles, quemando cruces y linchando a activistas afroamericanos.

En su primera misión como agente encubierto se infiltró en una conferencia del líder de los Panteras Negras Stokely Carmichael, conocido más tarde como Kwame Ture. Una determinación, la de demostrarle a sus escépticos compañeros, a la sociedad y a sí mismo de lo que era capaz, que le llevó a no pasar por alto el anuncio en un periódico local que cambiaría su vida. El recuadro, sin excesos, era un reclamo del Ku Klux Klan para reclutar acólitos. Así comenzó el idilio entre un negro y una de las más peligrosas organizaciones racistas de Estados Unidos.

Sin reparar en el color de su piel, Stallworth se guió por un impulso que le llevó a contactar con «La Organización». Y dejó volar su imaginación. «Trabajaba en la sección de inteligencia de la comisaría y uno de nuestros cometidos era monitorizar los periódicos por si veíamos algo que pudiera tener un impacto en la ciudad. Un buen día vi un anuncio que rezaba: "Ku Klux Klan, para más información póngase en contacto con..." y había un apartado de Correos. Decidí contestar y mandé una nota. Más o menos escribí: "Soy un hombre blanco, americano con sangre aria y odio a los...", y añadí todas las etnias que se me ocurrieron», cuenta el protagonista real de esta rocambolesca historia. Pero cometió un error, firmó con su verdadero nombre. «No me pregunté por qué; la única explicación es que no me funcionaba el cerebro aquel día. Lo envié y olvidé inmediatamente. A las dos semanas recibí una llamada. El caballero se identificó como el presidente de la sección local, se llamaba a sí mismo "organizador"; dijo que había recibido mi carta y que tenía ideas muy interesantes que le gustaría compartir conmigo. Así empezó la investigación».

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Por razones obvias, no se infiltró en persona. Se limitó a dirigir la misión a través de las conversaciones que mantenía desde la comisaría con el líder supremo de la organización ?también exrepresentante republicano del Estado de Luisiana? y otros integrantes de la asociación segregacionista.

Incluso cultivó una relación personal con el líder del grupo racista, del que llegaría a ser hasta guardaespaldas en su visita a Colorado, y que jamás sospechó sobre la identidad ni la raza de Ron Stallworth. Hasta que lo vio. «Lo más estimulante fue engañar a David Duke y dejarle en ridículo, porque él hizo estudios de posgrado en Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Luisiana. Sabía debatir en público. Se presentaba como la imagen de un nuevo Klan, un Klan renacido de sus cenizas, reorganizado, que no iba por ahí insultando a los negros. Nunca lo hacía en público, aunque no paraba en cuanto estaba con gente conocida. Era parte de la nueva imagen. Tampoco usaba la túnica en público (...) Hablábamos mucho por teléfono, pero yo solo me había graduado en el instituto, y ahí estaba, enfrentándome a un tipo con estudios de posgrado. Era una cuestión de ingenio y fui el más listo de los dos», describe en las notas de producción de «Infiltrado en el KKKlan», la película de Spike Lee que adapta la hazaña de su libro «Blackkklansman», publicado en 2004.

Cuando se retrasó su solicitud de membresía, llamó al Gran Brujo del Ku Klux Klan, que agilizó el proceso, la firmó en persona y se la envió. Stallworth enmarcó el certificado y lo colgó durante años en su oficina. «Era un chico muy agradable en persona. Una conversadora muy agradable. El problema con David es que no puede pasar mucho tiempo sin hablar de raza y en el momento en que aborda el tema de la carrera, el Dr. Jekyll se convierte en el Sr. Hyde y el monstruo en él se desata. Él simplemente no puede hacerlo», explicó Stallworth en una entrevista en la revista Time.

En su lugar, acudió a las reuniones con el Ku Klux Klan su compañero Chuck. El subterfugio fue un éxito, y permitió el desdoblamiento entre ambos agentes durante nueve meses. Sin embargo, y al contrario de lo que se muestra en el filme, Stallworth nunca pretendió modular su voz para evitar que les descubriesen, sino que decidió ser fiel a sí mismo. «Una de las bases del trabajo clandestino es seguir siendo uno mismo lo máximo posible porque es fácil que te pillen en un error si adoptas una personalidad demasiado alejada de la tuya», afirma el detective, que añade: «A la gente que dice, como me dijeron cuando empezamos, que nunca funcionaría porque iban a darse cuenta inmediatamente de que era negro por mi voz, les pregunto: ¿Y cómo suena un negro? ¿En qué se diferencia mi forma de hablar, mis inflexiones vocales de las de un blanco? Fue como una bofetada para todos. Una vez que entendieron que no se podía justificar, la investigación siguió su curso».

Más allá de la gesta de infiltrarse en el Ku Klux Klan, y descubrir y comunicar al Pentágono que en el grupo segregacionista había militares, Stallworth evitó todo tipo de episodios violentos durante su periplo en la organización. Le invitaban a participar en diferentes actos, y antes de que tuviesen oportunidad de que llevaran a cabo el oprobio, el agente afroamericano ya había dado el chivatazo a sus compañeros del departamento de Policía: «Durante los siete meses y medio de mi investigación encubierta, no hubo quemaduras de cruces. Nosotros evitamos tres de ellas».

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