La (in)justicia asesina en vida
Confieso sin rubor que la petición de perdón de Rodrigo Rato, entrando en la cárcel, me ha conmovido. Creo que[…]
Confieso sin rubor que la petición de perdón de Rodrigo Rato, entrando en la cárcel, me ha conmovido. Creo que he conocido a pocas personas más llenas de sí mismo. No lo he saludado más de media docena de veces en mi vida. Y todas ellas tuve que presentarme a él como si fuera la primera vez porque no recordaba quién era yo. Lo que no era un dato menor considerando que mi madre era su compañera de grupo parlamentario y un hermano de mi madre -y padrino mío- estuvo casado con su hermana. Pero los mortales no estábamos a la altura de este hombre que hoy mora en Soto del Real. Al verle entrar he recordado lo que me indignó en septiembre de 1998, cuando falleció su padre, Ramón Rato Rodríguez Sampedro, leer el teletipo necrológico de la Agencia Efe en el que se obviaba el dato -altamente relevante en su biografía- de que había pasado tres años en la cárcel por una condena por evasión de capitales a Suiza. Cuánto poder llegó a tener entonces Rodrigo Rato...
Pero esta semana me ha impresionado más una noticia publicada con mucho menos alarde que la de Rodrigo Rato: el archivo de la enésima causa contra Mario Conde. Me apresuro a aclarar que nunca he saludado a Conde. Ni siquiera recuerdo haber estado jamás en la misma habitación que él. Y sí, soy una de las muchas víctimas de sus oscuras gestiones. Especialmente de su presidencia de Banesto, en la que nos dejó a los accionistas de la sociedad en estado de pasar por el tinte. Y, para mí, era un banco por el que tenía especial querencia porque mi admirado bisabuelo Gabriel Maura había sido consejero del mismo 46 años, entre 1917 y 1963, año en que murió. Es decir, en la hora de su óbito había pertenecido al Consejo de Banesto el 75 por ciento de la historia del banco. Como accionista entendí y compartí las razones de la condena de Conde, que le llevó a pasar nada menos que once años en la cárcel. Pero la justicia es que cada uno pague por las causas que tiene. No por cualquiera que se quiera blandir contra él.
El pasado miércoles supimos que la causa abierta contra Conde en abril de 2016 por la que volvió a pasar por la cárcel y por la que se le acusó de blanqueo de capitales, ocho delitos contra Hacienda y organización criminal, ha sido archivada. Pero la causa no fue sólo contra él, también contra sus hijos Mario y Alejandra -que se libró de entrar en prisión por tener un hijo enfermo de cáncer- y su yerno Fernando Guasch. Mas nada. Los dineros eran bien habidos. Pero todos los medios creímos casi sin pestañear al juez Santiago Pedraz. ABC publicó una dura portada con la foto de Conde en el coche de la Policía con el título «Conde usó a sus hijos, su yerno y su abogado para blanquear» y el sumario «El exbanquero, detenido junto a otras siete personas, creó una compleja red de sociedades con la que, según la Fiscalía, repatrió a España 13 millones saqueados a Banesto y ocultados durante al menos 23 años». Lo que sostenía la Fiscalía era falso, pero ABC y todos los medios le dimos credibilidad e inmenso despliegue. Conde ha cumplido las penas que le ha impuesto la Justicia. ¿Cómo cumplirá ahora la Justicia con Conde?
La retractación del juez Santiago Pedraz ya no ameritó una portada. ABC le dio una detallada información el jueves... en la página 40. El 12 de abril de 2016 «El País» le dedicó en portada la noticia de apertura y una foto a cuatro de sus cinco columnas más una doble página en su sección de economía. La retractación del juez Pedraz no ha ameritado ni una línea en su edición de papel. La pena de telediario es, cada día más, un crimen.