La exaltación de la anarquía
La exaltación mediática de los miles de inmigrantes hondureños que pretenden entrar ilegalmente en Estados Unidos es uno de los[…]
La exaltación mediática de los miles de inmigrantes hondureños que pretenden entrar ilegalmente en Estados Unidos es uno de los casos más graves de anarquía que ha conocido Occidente en su historia. Aunque hay que reconocer que es una anarquía bastante bien organizada -con perdón del oxímoron.
Las mismas organizaciones políticas que odian a los Estados Unidos y que denigraban su régimen incluso antes de que fuera elegido presidente Donald Trump -ahora ya, ni digamos- son las que ahora reivindican la obligación de que esa república norteamericana abra sus fronteras sin condiciones a los ciudadanos que no han cumplido ningún requisito y pretenden ser admitidos allí para beneficiarse del denigrado sistema político que tanta prosperidad ha otorgado a sus ciudadanos y al mundo entero a los largo de sus 242 años de existencia.
Yo no dudo que las condiciones de vida en Honduras son infinitamente peores que en los barrios más depauperados de Nueva York, Chicago o Los Ángeles. La violencia allí hace del Bronx un paraíso terrenal. Pero ¿a quién corresponde mejorar la situación en Honduras? ¿A los hondureños o a los norteamericanos? Más bien parece que estos potenciales inmigrantes, en lugar de pretender ir a vivir a otro país deberían volver al suyo y luchar porque cambien las condiciones de vida, suyas y de sus compatriotas. Porque ¿se imaginan qué dirían los mismos que exigen que sean admitidos en Estados Unidos dadas las intolerables condiciones de vida que hay en Honduras si ahora Trump decidiera intervenir en Tegucigalpa? Le caería la del pulpo. Porque lo que buscan los medios con la tendenciosidad habitual es lo que se llama una loose/loose situation para Trump. Si no los admite, lo condenan porque los inmigrantes son víctimas de un problema. Y si intenta resolver ese problema en Honduras lo condenarían por injerencia.
Y por más que intenten que nos acostumbremos a su manipulación del lenguaje, recordemos que éste es un problema de inmigrantes, no de ?migrantes?. Un problema de personas que quieren llegar a un país extranjero para radicarse en él.
En el mundo existen las fronteras. Y no hay ninguna organización internacional ni ningún Estado soberano -ni tampoco los que aspiran a serlo- que niegue la validez de esas demarcaciones terrestres cuyo cruce está condicionado por diferentes políticas en cada caso. Pero ahora hay quienes pretenden negar la validez de las fronteras para algunos, no para todos. Y como ocurre casi siempre, esos hondureños que son pobres y están maltratados, han escogido empezar una nueva vida en el imperio del mal que son los Estados Unidos de América, presididos por la encarnación de Lucifer que se llama Donald Trump, en lugar de ir al paraíso terrenal que es la Venezuela bolivariana creada por Hugo Chávez y gestionada por Nicolás Maduro. Seguro que Maduro les hubiera abierto las puertas y proclamado ante el mundo que él ayuda a los pobres, no como Trump. Pero, vaya por Dios, el amigo de Juan Carlos Monedero no ha tenido la iniciativa caritativa de acoger a estos desheredados y les ha condenado a intentar entrar en Estados Unidos y, si lo logran, padecer al malvado Donald Trump. Con lo bien que lo pasarían en Caracas?