La cultura da vida al Palacio Imperial

Entre muros de hormigón y con el viento y la hojarasca entrando por las ventanas todavía sin cristales arrancó ayer[…]

Entre muros de hormigón y con el viento y la hojarasca entrando por las ventanas todavía sin cristales arrancó ayer la actividad del Foro Humboldt de Berlín, quedando inaugurada, en período de pruebas, una nueva era cultural en la capital alemana. La ministra de Estado de Cultura, Monika Grütters, se desenfundaba momentáneamente el abrigo para subir a la tarima de oradores y felicitar desde allí este primer paso con el que el Palacio Imperial de Berlín vuelve a la vida. La pretensión del edificio es marcar de nuevo el pulso cultural de la capital alemana, tal y como fue en aquel tiempo en el que la nación alemana se sentía orgullosa de sí misma y en el que «el Schloss no estaba en Berlín, el Schloss era Berlín».

Ese fue el título de un ensayo publicado en 1991 por un grupo de defensores de su reconstrucción. Hacía solamente dos años que había caído el Muro de Berlín, las dos Alemanias apenas comenzaban el proceso de reunificación y de cara al exterior, todavía temeroso del poderío alemán, no encajaba en lo políticamente correcto el resurgir de un símbolo del imperialismo alemán. La iniciativa privada hubo de tomar el testigo que el Estado no podía asumir y comenzó una andadura de donaciones que va ya por los 63 millones de euros y que la Fundación Schloss Berlín espera aumentar con el impulso de esta primera exposición.

Ajetreada historia

Obra de Andreas Andreas Schlüter, el palacio fue gravemente dañado en la II Guerra Mundial.
Obra de Andreas Andreas Schlüter, el palacio fue gravemente dañado en la II Guerra Mundial.- ABC

El edificio, que ha sufrido en sus piedras varios siglos de ajetreada historia y que resurge ahora, con muchos más apoyos y muchos menos complejos, devuelve a Berlín su rostro original, si bien tamizado por el filtro de la cultura. La sede de los Hohenzollern, elevada a la categoría de palacio imperial barroco en 1701 por el arquitecto Andreas Schlüter, por orden de Federico I, fue siendo remodelado y ampliado a medida que Alemania iba ganado poder en Europa. A mediados del siglo XIX alcanzó su forma definitiva en base a las reformas diseñadas por Karl Friedrich Schinkel, pero ya avanzada la II Guerra Mundial, en mayo de 1943, comenzó a sufrir la suerte de los perdedores y fue víctima de un primer bombardeo. A ese siguieron otros que derruyeron buena parte de sus 93.600 metros cuadrados, pero que no fueron ni lejanamente tan destructivos como lo sería después la administración rusa.

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Una vez terminada la Guerra, y dividida Berlín entre los Aliados, el Schloss quedó en la zona soviética y en 1950 fue completamente dinamitado, como símbolo del absolutismo prusiano. El palacio quedó sencillamente borrado del mapa de Berlín oriental y en el solar se levantaron sucesivamente una tribuna de autoridades para presenciar desfiles y el denominado «Palacio de la República», sede de la «Cámara del Pueblo» comunista.

Centro de Culturas del Mundo

En 1952 lo dinamitan las autoridades comunistas y Honecker inaugura en 1976 el Palacio de la República en el solar
En 1952 lo dinamitan las autoridades comunistas y Honecker inaugura en 1976 el Palacio de la República en el solar- ABC

Volver a levantar la estructura original, proyecto que culminará en 2019, exige un presupuesto de 600 millones de euros, de los que el Estado acabará aportando 483 y la ciudad de Berlín otros 32. Las donaciones han de llegar hasta los 82 millones, para que salgan las cuentas, de modo que cada una de las piedras que componen las fachadas ha recibido un nombre y es susceptible de ser adoptada por un donante. Desde los 800 euros de un ladrillo «R1», en torno a las ventanas del piso inferior, hasta los 28.900 euros del escudo con corona «F19» sobre el dintel de las ventanas del tercer piso, la gama de patrocinio ofrece todo un catálogo de posibilidades.

El «Foro Humboldt» albergará un Centro de Culturas del Mundo y acogerá instituciones como la Fundación Patrimonio Cultural Prusiano con sus colecciones de arte internacional, la Universidad Humboldt y la Biblioteca Central de Berlín. Reproducirá con exactitud la estructura de fachadas exteriores y patios que sucesivamente ocuparon los príncipes de Brandenburgo, los reyes de Prusia y el emperador de Alemania. Solamente la fachada que da a la orilla del Spree adoptará una nueva función de mirador, mientras que el interior tendrá un diseño de Franco Stella.

MacGregor, el «mesías»

Renderización de cómo quedará el patio de Andreas Schlüter
Renderización de cómo quedará el patio de Andreas Schlüter- ABC

«Este edificio encarna una nueva actitud de simbolizar el mundo», explica Neil MacGregor, exdirector del Museo Británico de Londres y fichado por las autoridades alemanas como director de la fundación, para quien el nuevo palacio ofrece a los alemanes la posibilidad de encontrar su actual lugar en el mundo y reconciliarse con su propia historia. La prensa berlinesa recibió a MacGregor como un «mesías» y el director del emblemático Marin Gropius Bau, Gereon Sievernich, le ha agradecido «haber devuelto Alemania a los alemanes». MacGregor se sitúa contra cualquier tipo de pensamiento nacionalista, pero defiende una visión que pasa página, admira que Alemania haya enfrentado su pasado nazi de forma «rigurosa y valiente» y afirma que por ello «se ha ganado la admiración del mundo entero».

Incluso ha sugerido que otros países, entre ellos su patria, deberían tomar ejemplo. «Los alemanes expresaron el peor capítulo de su historia en una gran cantidad de memoriales y monumentos que dan cuenta de esas atrocidades. Es increíble que en Gran Bretaña no tengamos una palabra como la alemana Mahnmal (monumentos de vergüenza nacional). Ese vocablo es demasiado extraño para nosotros ?dice el investigador británico?. A nosotros en la escuela apenas nos hablan del tráfico de esclavos, algunas guerras por aquí y por allá, y nos enseñan que fueron los británicos quienes finalmente derrotaron a Napoleón en Waterloo y se deshicieron de él, sin mencionar la ayuda prusiana».

Con el resurgir del palacio imperial, la cultura avanza en la misma dirección en la que ya lo hace desde hace años la diplomacia alemana y, en palabras del alcalde de Berlín que tuteló el proyecto durante 14 años, Klaus Wowereit, «cierra una herida urbanística e identitaria».

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