«He pasado 26 horas sin comer ni dormir por el caso de los ERE»

Es miércoles y el Juzgado de Instrucción número 6 de Sevilla bulle de actividad. El vetusto edificio del Prado de[…]

Es miércoles y el Juzgado de Instrucción número 6 de Sevilla bulle de actividad. El vetusto edificio del Prado de San Sebastián ha vivido una jornada de infarto. No es para menos. Dos expresidentes de la Junta de Andalucía acaban de desfilar ante el juez auxiliar Álvaro Martín, que investiga la trama política del caso ERE. En un despacho de la segunda planta, de apenas 25 metros cuadrados, conviven funcionarios que teclean a toda prisa con otros que preparan notificaciones inaplazables. El ritmo es frenético. Delante del ordenador y tras una pila de carpetas, se encuentra María del Rosario Soriano Márquez.

En el microcosmos de los juzgados todos la conocen como Charo. La discreta tramitadora de la macrocausa de los ERE, labor que compartió en la recta final con otras dos compañeras. La funcionaria que ha transcrito las declaraciones de cientos de imputados en maratonianos interrogatorios que duraban hasta el alba. La estrecha colaboradora que ha acompañado a la juez Mercedes Alaya durante siete años de instrucciones interminables. Por sus manos han pasado algunos de los sumarios que hicieron tambalearse 35 años de monopolio de poder en Andalucía, semanas antes de que sus contenidos, a menudo cargados de dinamita, aparecieran impresos en tinta de periódico.

Los voluminosos tomos que ocupan los casos Mercasevilla y ERE no encierran secretos para esta sevillana de 55 años, viuda y con un hijo de 24. El primer caso cayó a sus manos por puro azar. Solo llevaba seis meses trabajando en el juzgado. En abril de 2009, asignan a Alaya «por reparto» las cintas de Mercasevilla, que revelan el intento de soborno de directivos de la lonja a dos empresarios a los que prometieron subvenciones de la Junta a cambio de comisiones ilegales. Aquellas explosivas grabaciones pusieron a la juez en la pista del «saqueo» de los ERE irregulares.

Un apoyo infalible

Dotada de una prodigiosa «memoria fotográfica» que le permite acordarse de párrafos enteros en instrucciones enciclopédicas, esta diplomada en Magisterio pronto se convirtió en un apoyo infalible para la juez Mercedes Alaya y otros jueces con los que trabajó. Los 17 años que pasó en el Juzgado Penal 11 de Sevilla la curtieron. «Todas las causas con más de 500 folios son para Charo», comentaba jocosamente el titular de este juzgado, Francisco Gutiérrez.

Sus compañeros ironizan con su fino olfalto para rastrear posibles delitos: «Me dicen ?Charo, eso no lo cojas porque tú una falta la conviertes en sumario?». Modesta como es, esquiva halagos y le ruboriza que un periodista quiera contar su experiencia: «Si yo no soy importante... No he hablado nunca con un periodista», afirma.

Desde el 8 de marzo, la funcionaria luce «feliz» y con orgullo la Cruz del Mérito con distintivo blanco, una medalla simbólica que concede la Guardia Civil a profesionales por «colaborar directamente en el éxito de un servicio» dificultoso. El reconocimiento por su quehacer en la operación Heracles, desplegada en marzo de 2013 por la Unidad Central Operativa (UCO), le ha llegado dos meses después de dejar la tramitación del caso ERE, una decisión en la que han pesado solo motivos personales que nada tienen que ver con el relevo que se ha producido en el juzgado. «Le dije a María Núñez [la nueva titular del juzgado] que quería descansar un poco de macrocausas», aclara. Agradece a esta magistrada, con quien mantiene la misma cercanía que con el resto de sus compañeros, que la asignara al negociado de un funcionario recientemente jubilado.

Sin descanso

La tumultuosa redada de Heracles se saldó con veinte ex altos cargos y empresarios detenidos, siete de los cuales acabaron encarcelados por las sobrecomisiones pagadas con los ERE. «Se trabajó muchísimo, yo y el resto de mis compañeros, porque hubo que coordinar muchos servicios y garantizar los derechos de los imputados; todo, en tan sólo 72 horas», el máximo plazo legal entre la detención y el auto de prisión.

«Pasé 26 horas sin comer ni dormir y a base de cafés; entré a las dos de la tarde del viernes y no salí hasta las cuatro del sábado. Puedo tener el récord de estancia en el trabajo entre los funcionarios», bromea. La jornada fue tan larga que, a su salida, se bloqueó la máquina de fichar. Y tan productiva, que su labor ha sido premiada por la Guardia Civil en lugar de dormir el sueño de los justos.

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