Esteban Hoenigsfield, el ángel polaco de la glorieta de Rubén Darío

Las ventanas estaban tapiadas. Hacía días que nadie entraba ni salía de aquel edificio, propiedad de Luis Ybarra y Céspedes,[…]

Las ventanas estaban tapiadas. Hacía días que nadie entraba ni salía de aquel edificio, propiedad de Luis Ybarra y Céspedes, marqués de Ybarra, y ubicado en la madrileña glorieta de Rubén Darío. Era el verano de 1936. La Guerra Civil, que separaría la Historia de España en dos mitades, había estallado unas semanas antes. En el segundo piso de la vivienda, Ana María Jiménez de la Serna y Méndez sobrevivía junto con sus dos hijos y su madre, una anciana medio ciega. Había renunciado a dormir desde que a su marido se lo llevaron a la Cárcel Modelo.

Luis Ybarra y Céspedes y Ana María Jiménez de la Serna y Méndez, el día de su boda
Luis Ybarra y Céspedes y Ana María Jiménez de la Serna y Méndez, el día de su boda

«¡Le daba horror que se la llevaran en camisa, de madrugada! ¡Era así, era así!». Quien habla, más de ochenta años después, es María de las Angustias Ybarra y Jiménez de la Serna, actual marquesa de Ybarra y entonces apenas una niña. En sus ojos, empañados por la emoción, puede verse aún reflejado el sufrimiento de entonces. «Yo lo voy a contar todo, y me acuerdo de todo, aunque tenía diez años, pero fue tan tremendo que me acuerdo», asegura a ABC, que ha tenido acceso a este testimonio único.

Tras una breve estancia en prisión, el marqués de Ybarra fue trasladado a una de las numerosas checas que poblaban el Madrid en guerra. En su domicilio, su mujer guardaba como oro en paño un documento que la Embajada de Holanda, ubicada en el piso de arriba, le había entregado para intentar protegerla. Cada vez que había un registro en la casa, lo enseñaba, hasta que un día un miliciano le advirtió. «Este papel, señora, no le va a servir». «Y, efectivamente, vinieron a buscarla. Estaba la plaza tomada y el conde Koziebrodzki llegó en ese momento, porque avisó Holanda, y tuvo que coger el banderín de su coche y ponerlo en el balcón», recuerda María de las Angustias, mientras la luz de la tarde se cuela por la ventana.

Esteban Hoenigsfield
Esteban Hoenigsfield- ABC

El conde al que hace referencia la marquesa de Ybarra es Léopold Bolesta-Koziebrodzki, diplomático polaco, con rango de secretario, encargado de sustituir, temporalmente, al embajador de Polonia cuando éste se marchó de vacaciones a principios de junio. El joven polaco acababa de entrar en la treintena y no sabía, entonces, que una guerra le dejaría a cargo de la Embajada de su país, ubicada en aquella época en un palacete en la calle Lista.

María de las Angustias evoca, al borde del llanto, el momento en el que Koziebrodzki llegó en el coche a la glorieta de Rubén Darío, con la bandera característica de la misión diplomática, como si hubiera sido ayer: «Yo lo recuerdo como la vida, cuando le vimos entrar... ¡Porque es que se la llevaban, la plaza estaba tomada! Se tenía mucha consideración con las embajadas, eso lo respetaban muchísimo. Y ya nos refugiaron. Pero no sólo a nosotros. Eran vacaciones y los pisos de arriba estaban vacíos, tres pisos enormes. Polonia tenía un corazón de oro. En el edificio refugiaron a tal cantidad de gente que no se imagina. ¡Habitaciones con catorce personas! Los tres pisos de arriba, una barbaridad». Así fue como el edificio se convirtió en anejo de la legación polaca en España y en refugio de cientos de personas que, durante la contienda, y con independencia de su ideología, temieron por su vida.

Labor humanitaria

Hoy es de sobra conocida la importante labor humanitaria que las misiones diplomáticas desempeñaron en nuestro país durante la Guerra Civil, pero en aquella época la clandestinidad fue la clave para salvar a miles de españoles. Al frente del conocido como «Hogar Polaco», Koziebrodzki puso a Esteban Hoenigsfield, un joven ingeniero, antiguo trabajador de AEG, que, después de una falsa denuncia, se instaló, con su mujer y su hija, en la vivienda propiedad del marqués de Ybarra, según cuenta su nieta, Cristina Calandre Hoenigsfeld, en un relato online que dedica a la historia de su familia.

El documento, firmado por el Gobierno polaco, que garantizaba la inmunidad del edificio
El documento, firmado por el Gobierno polaco, que garantizaba la inmunidad del edificio- ABC

Durante la Guerra Civil, la misión diplomática polaca concedió asilo a, al menos, cuatrocientas personas. Entre ellas estaban Juan Antonio Suanzes, Luis Galinsoga, Eduardo González Gallarza o el propio Gregorio Marañón. La mayoría llegaron entre octubre y noviembre de 1936. Incluso los republicanos en peligro buscaron refugio en el «Hogar Polaco». Según el historiador Jan Stanislaw Ciechanowski, en el archivo privado de Marian Szumlakowski, embajador polaco entonces, se conserva la lista de las personas que pasaron por la casa del marqués de Ybarra. A principios de noviembre, se escondieron allí once simpatizantes de izquierdas con sus familias. Un total de 21 personas que fueron instaladas en el tercer piso del edificio, llamado «de izquierdas» por el resto de refugiados, que esperaban que Franco tomara Madrid.

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La misión polaca asiló a Juan Antonio Suanzes, Luis Galinsoga, Eduardo González Gallarza o Gregorio Marañón, entre otros

Pero, ¿qué sucedió con el marqués de Ybarra? Lo único que su familia sabía de él es que estaba preso en la Cárcel Modelo. «No sabíamos nada de él. La mujer del chófer de aquí estaba impedida y, aunque del edificio no entraba ni salía nadie, había una muchacha que venía a ayudarla», recuerda su hija. Fue aquella chiquilla la que dio la voz de alarma: le había visto, por casualidad, en una checa. María de las Angustias no puede evitar romper a llorar al rememorarlo. «Don Esteban Hoenigsfield tenía un corazón de oro... Es que me emociono, porque era... ¡Yo le he visto, con una ciática espantosa, ir a las cárceles a sacar a gente! Cuando la chica dijo que había visto a mi padre, él fue a la checa a sacarle».

Evacuación

El responsable del «Hogar Polaco» alegó que el marqués de Ybarra era necesario para la Embajada, «por sus estudios y por sus idiomas», y le rescató de una muerte segura. «¡Y cómo llegó! Yo pegué un grito al verle. Comido de piojos y delgadísimo», confiesa su hija. Tiempo después y tras largas negociaciones con el Gobierno republicano, los asilados fueron evacuados. «Evacuamos todos, no me acuerdo las embajadas que eran. Salimos de madrugada, a Marsella». Tras pasar por Pau y Biarritz, la familia llegó a San Sebastián, donde permaneció hasta que terminó la guerra.

Tras largas negociaciones, los refugiados en las embajadas fueron evacuados con destino a Marsella

En su ausencia, Esteban Hoenigsfield se quedó en el piso de Rubén Darío, salvaguardando todas sus pertenencias. Al acabar la contienda, los marqueses de Ybarra regresaron a Madrid. «Usted no sólo nos ha salvado la vida, sino el patrimonio, o sea que todo lo nuestro es suyo. ¿Qué quiere?», le dijo la marquesa. Pero el polaco sólo se quedó un cuadro de la Virgen de las Angustias, debajo del que dormía su hija Ruth la noche que un obús entró en la casa y terminó estallando en el edificio de enfrente. «Se fueron y no volvimos a saber de ellos. Eso fue una pena», remata María de las Angustias.

Durante su encuentro con ABC, la marquesa de Ybarra descubrió que, gracias al salvoconducto firmado por su padre, la hija y la mujer de Hoenigsfield pudieron regresar a España en 1939, donde la familia se instaló definitivamente.

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