Enrique Ponce, inventor de toros

Pese a la amenaza de lluvia, miles de valencianos (no hace falta añadir «y valencianas», ¡por Dios!) participan en la[…]

Pese a la amenaza de lluvia, miles de valencianos (no hace falta añadir «y valencianas», ¡por Dios!) participan en la ofrenda a la «Mare de Déu» de los Desamparados. Después de dejar 60.000 ramos de flores a la Virgen y de emocionarse con una tremenda «mascletá» final, muchos acuden a los toros. Sólo Enrique Ponce, con su maestría, se inventa un toro y una faena, premiada con una oreja. Decepcionan, por falta de fuerza, los toros de Núñez del Cuvillo. En Olivenza, lidió una gran corrida; en Valencia, en cambio, se han devuelto dos y los demás han pecado de flojos y sosos.

Desde 1990, en que tomó la alternativa, Enrique Ponce ha faltado a muy pocas Fallas. Aquel año ya vimos sus cualidades como figura del toreo pero nadie podía imaginar que, veintiseis años después, siguiera en la cumbre: un caso insólito, en la historia. Devuelto por flojo el primero, el sobrero parece más débil todavía. Brinda a David Mora e intenta corregir la debilidad del toro: lo cuida, lo mantiene en pie, lo alivia, le deja respirar... ¿Todo eso es torear bien? ¡Por supuesto! Con este toro, ¿cabe la emoción? ¡Imposible! No cabe estar mejor con menos toro pero queremos otro tipo de animal. Mata cruzando limpiamente.

El cuarto me recuerda un ingenioso título de Julio Camba, «Ni fuh ni fah»: sale de varas cayéndose, rueda en los pases de tanteo. Pero Ponce ?que ha brindado a sus paisanos? es inigualable, con este tipo de «toro medio»: lo embarca con facilidad; da pausas; mide; se lo enrosca a la cintura. Con maestría, va sacando muletazos: derechazos suavísimos, a cámara lenta; cambios de mano con cadencia y ritmo; dos pases de pecho interminables. Es difícil torear mejor; sólo falta la chispa que el toro no tiene. Adapto el elogio del Cid que hace su «Poema»: «¡Qué buen torero, si tuviese delante un buen toro!» Acaba metido entre los pitones. Recibe un aviso antes de coger la espada, acierta a la segunda: una oreja.

El segundo toro embiste con calidad pero pierde las manos. En el tercer muletazo de cada serie, se para, no puede más. Castella lo intenta sin éxito. Mata con facilidad. El quinto es un bonito jabonero que también se cae, después de clavar los pitones en la arena, pero «se deja» (¡horrible expresión actual!). Fiel a su estilo, Castella insiste, encadena muletazos templados hasta que el toro se para; recurre al arrimón. Emborrona la faena con la espada.

David Mora reapareció con éxito en Vista Alegre, después de su gravísimo percance. Hoy ha vuelto a estar a buen nivel. En el sobrero que hace tercero, algo rebrincado, con querencia a toriles, lancea con buen estilo, corre la mano con solemnidad y le coge el ritmo en los naturales. Una faena limpia, inteligente, bien rematada con la espada. El sexto, otro jabonero, es cubeto (con las astas juntas por las puntas). Vuelve a lancear David con gusto. Saluda, en banderillas, Ángel Otero. El diestro choca con un muro: un toro sosísimo, que parece embestir dormido y se para pronto. También mata con facilidad: sin triunfar, ha dejado buena impresión, no se le advierten inseguridad ni secuelas.

Comentaba yo con Emilio Miranda la singularidad del estilo de Domingo Ortega (para mí, uno de los más grandes). No hacía el poste, se movía con el toro, por supuesto, pero lo esencial era otra cosa: el mando sin brusquedad alguna; según el tópico, mano de hierro con guante de seda. Delante de un toro, eso es verdaderamente difícil. Así ha toreado esta tarde Enrique Ponce: en el cuarto, con un animal que no era «ni chicha ni limoná», se ha inventado el toro y se ha inventado la faena. No es algo infrecuente, en él. Otros pasan a la historia como inventores de la bombilla, del pararrayos o de la penicilina. Ponce merece ser recordado como inventor de toros. Por eso, al final de la faena, sus paisanos, agradecidos, le han aclamado («¡Torero, torero!»), mientras dejaba de llover y asomaba, sobre el anillo del coso, la belleza del arco iris.

Esta noche concluyen las Fallas con la «cremá»: ¡cuántos disparates de esta sociedad desnortada deberían arder, con los «ninots», para que volviéramos a ser un país orgulloso de su patria y de sus tradiciones! Una de ellas son los toros. Por eso reciben, ahora, tantos ataques. Este domingo quedará, en las calles y plazas de Valencia, la mella nostálgica de las Fallas que se han quemado pero todavía habrá una corrida más, en el coliseo de la calle Játiva. No podremos verla: nos reclama el comienzo de la temporada, en Las Ventas. Luego, la belleza única de la Semana Santa y la gran corrida del Domingo de Resurrección, en Sevilla. No es tan fácil acabar con todo lo nuestro...

POSTDATA. Un semanario valenciano, «Aplausos», ha alcanzado su número dos mil, ofreciendo información taurina, ininterrumpidamente, desde el año 1977. Además de felicitar a sus redactores, eso demuestra, una vez más, la vigencia de la pasión por la Fiesta, en Valencia y en toda España.

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