El verdadero origen de Han Solo, la parodia que Lucas hizo de Coppola

Cuesta reencontrarse con Han Solo y ver tan solo a un gamberro sin carisma, un vago recuerdo de aquel Harrison[…]

Cuesta reencontrarse con Han Solo y ver tan solo a un gamberro sin carisma, un vago recuerdo de aquel Harrison Ford que se coló en la franquicia gracias a su pericia como carpintero y no a los mandos del Halcón Milenario. El actor, que ya había participado en la «American Graffiti» de George Lucas, demostró que nunca está de más saber empuñar un martillo. Y así se coló en Hollywood por la puerta grande. Por la de Francis Ford Coppola, a quien ayudó, literalmente, a montar una como favor al director de arte de una de sus películas. Mientras la instalaba, se cruzó con Lucas, escoltado por Richard Dreyfuss, y terminó siendo él quien disparó la pistola láser de Han Solo y besó a la princesa Leia.

Ver a los dos Ford juntos bastó para que George Lucas se tirase al vacío, dejándole al futuro Indiana Jones ser el alter ego de Coppola en su película. El personaje más carismático de «Star Wars», que ahora estrena spin off en solitario, tiene mucho del director de «El padrino», a quien Lucas, un cineasta acomplejado que envidiaba la atención que los críticos le prodigaban a Coppola, admiraba tanto como codiciaba su estatus. Solía compararse con él, su mentor, y suplía su menor reputación como artista con su éxito en taquilla. «Voy a ganar cinco veces más que Francis con estos juguetes de ciencia ficción. Y no tendré que hacer ?El padrino?», cuenta John Milius que dijo el realizador.

Así, en un guiño malicioso a ese perpetuo tira y afloja entre ambos, construyó a imagen y semejanza de su maestro uno de los personajes más importantes de su imperio. «Lucas metió a Coppola en su guión en el personaje de Han Solo, en una versión autoaduladora de su relación. Han Solo era más listo que el Imperio (es decir, los estudios) y disfrutaba patinando por el borde del precipicio. Pero apostaba, y perdía mucho; nunca acumulaba dinero suficiente para tener poder real, y tenían un filón autodestructivo de dos kilómetros de ancho. Y, lo que es más importante, perdía a la chica, que se iba con Luke, es decir, con George», escribe Peter Biskind en «Moteros tranquilos, toros salvajes» (Editorial Anagrama, 2004).

Star Wars, el filme que Scorsese envidiaba

Una referencia camuflada que a punto estuvo de quedarse en nada. Inmerso en la escritura del guión, a principios de los setenta el director de Modesto intentaba dar sentido al universo de «Star Wars», que por entonces todavía flaqueaba. Acomplejado por las burlas de Steven Spielberg, que le decía que nunca movía la cámara y se limitaba a filmar lo que ocurría delante, proyectó por primera vez lo que sería el germen de su fortuna. Sin los efectos especiales terminados y con combates aéreos en blanco y negro de la Segunda Guerra Mundial pero con espectadores de lujo. Así fue el improvisado pase casero al que asistieron Alan Ladd, Brian De Palma, Spielberg, Willard Huyck, su mujer Gloria Katz y Jay Cocks. Scorsese se quedó en tierra, rendido a la competitividad mutua que motivaba tanto como extenuaba a ese grupo de amigos: «Te angustias; piensas que es mejor que la tuya, e incluso si no lo es piensas lo contrario. Y si tus amigos te dicen que es mejor que la tuya, te lo crees. Durante años», reconoció el director de «Taxi driver» en una entrevista con Biskind en 1997.

De haberla visto, probablemente hubiese pensado lo contrario. Al terminar el pase, se hizo el silencio, solo roto por el llanto de la mujer de George Lucas, la montadora Marcia, para quien ese boceto de «Star Wars» era «¡espantoso!». Como en un un wéstern, el joven director sacó el cuaderno mientras De Palma desenfundaba la pistola: «¿Quién es ese Pedo de los Otros? Y el paseo del comienzo parece escrito en un sendero de entrada para coches. No termina nunca. No se entiende nada (...) Tienes que quitar esa mierda de Jedi Bendu, nadie va a entender de qué hablas». Spielberg fue más benévolo, y apostó con él que la película haría cien millones en taquilla (los recaudó en apenas tres meses, y terminó superando a «Tiburón»). La idea, concebida como una película de niños, podía ser un éxito, pero era necesario arreglarla.

Los chicos de ILM, la empresa de efectos especiales fundada por Lucas, se pusieron manos a la obra, había que hacer de aquel viaje a la galaxia un espectáculo. Trabajaron veinticuatro horas al día, siete días a la semana, en tres turnos. «Cuando empecé la película, aún tenía el pelo negro; cuando terminé, estaba totalmente canoso», dijo el fallecido Jim Nelson.

Han Solo, clave del éxito

Después de suficientes remiendos, «Star Wars» se proyectó en Northpoint. Por si se la necesitaba, Marcia se había tomado un descanso del montaje de «New York, New York»: «Si el público no aplaude cuando Han Solo aparece en el último segundo, en el Halcón Milenario, para ayudar a Luke cuando lo persigue Darth Vader, la película no funciona». «No solamente aplaudieron; se pusieron de pie y levantaron los brazos como ante una cuadrangular en la novena entrada del séptimo partido de la World Series [Partido de béisbol que se disputa entre las dos ligas más importantes de EE.UU.]», recuerda el editor Paul Hirsch.

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Lucas no solo se hizo rico con un proyecto en el que pocos confiaban, sino que creó una legión de fans alrededor de una idea original que, en principio, concibió como «una película de Disney». Incluso la competencia, en este caso el editor Bud Smith, que montó el tráiler de «Carga maldita» (de William Friedkin) que pasaban durante el estreno de «Star wars», se entregó al filme: «Cuando nuestro avance se fundió a negro, el telón se cerró y volvió a abrirse, y siguió así, abriéndose y cerrándose, hasta que empezabas a sentir esa cosa enorme que te pasaba por encima del hombro, que te aplastaba. ¡Y ese ruido! Salías disparado hacia el espacio. A su lado, nuestra película parecía una mierdecilla de aficionado».

Intentando rentabilizar el ingenio de Lucas, que ha demostrado un talento innato para pervertir el arte y convertirlo en negocio, Disney encargó en su reinvención de la saga una historia individual sobre el legendario contrabandista, que vuelve con el chaleco y Chewbacca pero en la piel de otro, Alden Ehrenreich (que trabajó para Coppola en «Twixt»), un joven lejos de la estrella de Ford, a quien ?cuenta Biskind? poco después del estreno de la primera película de «Star wars» abordaron en una tienda, dejándolo totalmente despeinado, con la camisa media hecha jirones y aspecto de William Holden en «Picnic». «Por Dios, Harrison, ¿qué ha pasado?», le preguntó el guionista Jay Coks. «Entré en Tower Records a comprarme un álbum y la gente se me echó encima», le respondió Ford. De momento, lo máximo que ha conseguido el nuevo protagonista es pilotar el Halcón Milenario e imitar al contrabandista original, que no ha dudado en hacer uso de su clásico sarcasmo y decirle a Ehrenreich durante una entrevista: «Fuera de mi silla. Y fuera de mi vida».

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