El Palmar de Troya, una farsa que agoniza 50 años después

En 1968, El Palmar de Troya era una pobre pedanía de Utrera de cuatro mil habitantes. La mayoría eran campesinos[…]

En 1968, El Palmar de Troya era una pobre pedanía de Utrera de cuatro mil habitantes. La mayoría eran campesinos procedentes de diversos puntos de España. En aquellos momentos, allí no había médico, ni escuela, ni tan siquiera agua corriente. Por no haber, no había ni un sacerdote. El Palmar de Troya era un paradigma de la España rural durante la dictadura franquista. En este contexto de pobreza económica, cultural y espiritual se creaba el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de una secta que, aunque actualmente agoniza, pervive desde hace justo 50 años.

Todo comenzó el 30 de marzo de aquel año. El corresponal de ABC en la zona habló con el alcalde, Antonio León Román, que le contó que cuatro niñas, después de limpiar el barracón que utilizaban como capilla, salieron a coger flores para la Virgen a la finca «La Alcaparrosa», a un kilómetro del poblado. En aquel lugar se les apareció una extraña señora. El corresponsal de ABC fue con las niñas, que eran «completamente normales», a aquel lugar. «Una de ellas, Ana García González, de doce años, notó cómo se movían las ramas de un frondoso lentisco, entre las que descubrió una rara figura. Al principio trató de huir, ya que le pareció la figura de un hombre. La mayor, Josefa Guzmán Hidalgo, de trece años, descubrió que se trataba de una señora hermosa, a la que sólo pudo ver el rostro redondo, muy sonrosado, y que tenía unos ojos muy negros, estando cubierta con un manto marrón. Las otras dos niñas -Ana Aguilera Saborido y Rafaela Gardo Cabrera- también manifestan haber visto a la señora». Durante varios días, las niñas decían haber vuelto a tener la visión y aquello alborotó a los habitantes de esta pobre pedanía.


Numeroso público se congregaba en el lugar de las apariciones en 1968
Numeroso público se congregaba en el lugar de las apariciones en 1968
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ABC

Mientras tanto, alrededor del lentisco se congregaban entre tres y cuatro mil personas. Algunas de ellas se erigían como videntes. El protagonismo ya no tenían las cuatro chicas. Entre los videntes se encontraba una mujer, Rosario Arenillas, que manifestó haber visto a la Virgen mover los labios. «Hubo escenas de histerismo ante los gritos de los que aseguraban haberla visto», contaba el corresposal de ABC, que fue testigo de aquello. Durante todo el mes de abril, hasta la zona donde se encuentra el lentisco no pararon de ir curiosos y otros que, animados por el afán de protagonismo de los oradores, se fueron llevando las hojas del lentisco, que quedó desnudo. Viendo en lo que se estaba convirtiendo aquello, el propietario de la finca prohibió el acceso al lugar. Trató de levantar vallas pero no tuvo éxito: no paraba de ir cada vez más gente.

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La Iglesia guardaba silencio. El párroco de Guadalema de los Quintero, a quien correspondía la cobertura espiritual de los habitantes de esta población, por fin decidió hablar en ABC: «En El Palmar de Troya pasa algo extraño», decía en una entrevista, donde ya afirmaba que «hay personas que, bien por fantasía o por afán de publicidad, dicen tener visiones y oír unas palabras de la extraña aparición que, por su misma incongruencia, se ve que son totalmente falsas».


Clemente, con estigmas
Clemente, con estigmas - ABC

Clemente, el vidente

Meses más tarde, un oficinista que trabajaba en un diario católico en Sevilla y que fue rechazado en el seminario, Clemente Domínguez (1946), visitó la zona. Y así, cada vez iba con más frecuencia, acompañado por un amigo, Manuel Alonso Corral (1934), que era gerente de una compañía católica de seguros. El 15 de agosto de 1969, Clemente afirmó tener la primera aparición. Durante meses, este personaje decía hablar con la Virgen y con Cristo, quienes supuestamente le decían que había que recuperar el rito tridentino, que un antipapa sucedería a Pablo VI o que «el Vaticano está en manos de francmasones y marxistas». Así, fue creando poco a poco una secta, alejándose de la Iglesia Católica, hasta llegar a fundar su propia iglesia, la Palmariana, donde se autoproclamó papa. De Clemente se ha escrito mucho, y es largamente conocida su historia. Condujo una secta cada vez más grande y rica, que atraía a fieles de todo el mundo, extasiados de los milagros que se proclamaban.

De aquellas multitudes de hace ahora 50 años y de esa secta multitudinaria, apenas quedan rescoldos, una basílica imponente e historias truculentas que han ido saliendo a la luz desde que apostató el papa Gregorio XVIII, seducido por los encantos de una exmonja de la iglesia. El expapa, ya casado y viviendo la vida -saliendo incluso desnudo como Adán en el papel cuché-, llegó a decir en su primera entrevista concedida a ABC de Sevilla que «ya no creo en aquello» y que «todo era una farsa». Su sucesor, Pedro III, le acusó de robar el «papamóvil» (un BMW de alta gama), joyas de de la iglesia y dinero, que supuestamente destinaría de la comunidad a cuentas privadas. «Es una bestia maldita», llegó a decir el nuevo papa del anterior.


El expapa del Palmar que apostató para casarse con una exmonja
El expapa del Palmar que apostató para casarse con una exmonja
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EFE/Miguel Ángel Molina

Magnus Lundberg, profesor de Historia de la Iglesia de la Universidad de Upsala (Suecia), cuenta en su reciente libro «A Pope of their Own» que, a mediados de 2016, apenas había ya 32 frailes y 40 monjas. Sumida en una crisis sin precedentes, la iglesia palmariana agoniza 50 años después de que cuatro niñas afirmaran haber visto a la Virgen.

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